La primera universidad vasca
Qué pensarían los vecinos de Oñati cuando comenzaron a poblar sus calles jóvenes escolares que acudían a su recién inaugurada universidad. Qué dirían de aquel bullicio de muchachos vestidos todos con ropas idénticas, que correteaban a la salida de sus clases, interrumpiendo la vida ordenada de los tranquilos oñatiarras de aquella segunda mitad del siglo XVI, cuando se puso en marcha la primera universidad del País Vasco. Fue su impulsor el obispo Rodrigo Mercado de Zuazola, quien respondía al arquetipo de religioso con puesto en la jerarquía y mecenas que busca el beneficio de su pueblo natal. Y a ciencia cierta que lo consiguió, porque a pesar del barullo que trajeron los estudiantes a esta tranquila localidad y del desapego que mostraron para ella los monarcas castellanos, su concejo siempre defendió la permanencia de la universidad en Oñati. Eran tiempos en los que el conocimiento, gracias a la difusión de la imprenta, que en Europa contaba con un siglo de existencia, comenzaba a ser más accesible a unas clases emergentes deseosas de acceder a unos saberes hasta entonces en manos de aquellos que, como el obispo Rodrigo Mercado de Zuazola, habían realizado la carrera eclesiástica. Esta nueva situación la entendió perfectamente el prelado oñatiarra cuando remitió una misiva al concejo de esta localidad en la que proponía la construcción de una universidad. La carta, fechada el 24 de septiembre de 1534 en Valladolid, decía: "Hame parescido que la cosa de donde más provecho resultaría sería dar forma con en esta villa hubiese exercicio de letras, porque considerada la habilidad de los naturales desa tierra... se harían muchos y muy señalados letrados que servirán a Dios y honrarán mucho a su patria. Y que con estos aspectos en mi testamento e última voluntad tengo ordenado que en esta villa se haga un colegio en que haya maestros y estudiantes que sean naturales desa villa y de toda tierra vascongada adonde se lea Gramática, Artes y Cánones y haya exercicio de letras". Carta de naturaleza Y pronto se pusieron manos a la obra. Hay que tener en cuenta que decir "pronto" en aquel entonces supone unos cuantos años hasta que el proyecto toma carta de naturaleza. Como recoge Jesús María González de Zárate en sus obras dedicadas a la Universidad, entre 1534 y 1540 poco se hizo, a la espera de la bula papal que le diera los privilegios y las exenciones correspondientes, que llegaron en este último año de la mano de Paulo III. Los vecinos de Oñati a partir de entonces pudieron presumir, no sólo de tener la primera universidad del País Vasco, sino de que este nuevo centro del saber estaba en la misma categoría que las universidades de Salamanca, París, Bolonia o Alcalá. Para llevar a cabo los estudios que había planeado Rodrigo Mercado de Zuazola hacían falta esos libros que comenzaban a difundirse. El obispo, que en estos momentos de fundación de la universidad lo era de Ávila, estaba considerado como uno de los grandes humanistas de su tiempo. Y así, donará a la universidad unos doscientos volúmenes que suponen una excelente selección de la sabiduría de la época. Desde Horacio o Quintiliano comentados a las principales obras de Santo Tomás o San Agustín, sin olvidar tratados de mitología como las Metamorfosis de Ovidio o la Genealogía de Juan Bocaccio. Pero no todo eran clásicos: en la biblioteca de la universidad se podían encontrar libros de Erasmo, Pico de la Mirándola y hasta una Bulla contra los errores de Martín Lutero. Había también libros de leyes, de moral (todos sobre el sexto mandamiento, como si fuera el único) y de astronomía. Y acompañando a éstos, un astrolabio, una esfera y un globo de metal y dos mapas, lo que da idea de la importancia que tenía esta ciencia en aquel tiempo, derivada de la concepción determinista de que el hombre estaba sujeto a los astros. Con este bagaje, los alumnos podían estudiar tranquilamente tanto la escolástica que comenzaba a quedarse anticuada como los nuevos estudios humanistas, que no tenían a la Teología como ciencia suprema. Los textos clásicos ya no eran interpretados a la luz de la verdad sagrada, sino desde su momento histórico, tendencia filológica que, salvando las distancias, se ha vuelto a recuperar en estos últimos años. Una vez que se tenía el contenido claro, faltaba el continente: las obras comenzaron en 1542 y, aunque hasta diez años después no se consolidaría definitivamente, la universidad de Oñati ya funcionaba en 1548. Dado el carácter del mecenas, el edificio debía estar a la altura de los mejores de su tiempo. El visitante que llega hoy a Oñati, y que tiene la suerte de coincidir con un día soleado, puede pensar, alucinado, que se encuentra ante alguna de las joyas platerescas salmantinas. Tampoco le faltarán razones para justificar este pequeño espejismo, porque la portada de la universidad de Oñati la diseñó Gil de Hontañón a partir de de la que realizó Fray Martín de Santiago para el convento de las Dueñas de Salamanca. Y si estas reminiscencias no vienen por completo de la ciudad universitaria castellana por excelencia es porque los cuatro pilastrones que adornan la fachada, del escultor Pierre Picart, están inspirados en los del Colegio de la Santa Cruz de Valladolid. Valores humanistas La portada alude a las necesidades que tienen los estudiantes de ejercitarse en los valores y virtudes humanistas, y el claustro, también característicamente renacentista, cuenta con medallones que muestran parejas prototipo del amor virtuoso y casto como Lucrecia y Cotalino, Ulises y Penélope o Hércules y Hebe. No obstante, los estudiantes de la universidad preferían practicar otros amores menos elevados, que llevaban a las vecinas de la localidad a refugiarse en sus casas los días en que salían de juerga los muchachos. Sin embargo, la universidad, la mejor obra del Renacimiento en el País Vasco, tuvo escaso éxito. La primera universidad vasca fue languideciendo, hasta que a finales del siglo pasado, aunque gozó de éxito como universidad carlista, en el periodo de la segunda guerra, tuvo que cerrar definitivamente sus puertas.
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