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Reportaje:ECOLOGÍA: EFECTOS DEL CALENTAMIENTO GLOBAL

El cambio climático ha inducido ya selección genética en ciertas especies

Javier Sampedro

Cada especie prefiere vivir dentro de ciertos márgenes de temperatura y por lo tanto vive confinada dentro de ciertos márgenes de latitud. Como el hemisferio norte está calentándose, cabría esperar que los hábitats de algunas especies se fueran desplazando ligeramente hacia el norte. ¿Correcto? No, o no del todo. Los ecólogos llevan años buscando desplazamientos de ese tipo, con resultados escasos o nulos. Biólogos de la Universidad Autónoma de Barcelona acaban de averiguar por qué: la respuesta no está en la geografía, sino en los genes.Francisco Rodríguez-Trelles y su equipo han analizado la evolución desde los años setenta de las poblaciones naturales de una especie de mosca llamada Drosophila subobscura, originaria de Europa y el norte de África. Sus conclusiones son seguramente extrapolables a muchos otros animales y plantas, pero esa mosca ofrece grandes ventajas de tipo técnico para examinar genéticamente un gran número de individuos.

En las moscas, ciertos análisis genéticos no requieren el empleo de técnicas muy elaboradas, porque sus glándulas salivares contienen unos cromosomas gigantes, llamados politénicos, cuya estructura general puede verse con un simple microscopio óptico.

Dentro de la especie subobscura, distintos individuos tienen cromosomas visiblemente distintos. Ciertos tipos de cromosomas aparecen más frecuentemente en latitudes frías (o en estaciones invernales), y otros en zonas más templadas (o en estaciones más cálidas). Ello ocurre tanto en el Viejo Mundo, donde se originó esta especie, como en dos zonas de América colonizadas más recientemente, lo que sugiere con fuerza que la temperatura es la causa de las distintas frecuencias cromosómicas.

Variación cromosómica

Cuando los investigadores estudiaron los cromosomas a lo largo de los años, desde 1976, encontraron que las frecuencias de uno u otro variaban cada año según la estación, como cabía esperar. Pero, superpuesta a esa oscilación anual, han podido detectar una variación sostenida de más largo alcance: las moscas con cromosomas propios de las latitudes frías han ido disminuyendo en frecuencia, y las de zonas calientes han ido aumentando.

La variación de frecuencias cromosómicas, que ha corrido paralela al calentamiento que el hemisferio norte ha sufrido desde los años setenta, es exactamente la esperable si Drosophila subobscura se ha adaptado al cambio climático mediante la supervivencia selectiva de los individuos que portan los genes más adecuados para las temperaturas altas.

Se trata de la primera evidencia clara de que las especies se están adaptando al cambio climático no tanto por desplazamiento de sus hábitats hacia el norte, sino por alteración de las frecuencias genéticas dentro de una población geográficamente estable. Rodríguez-Trelles y su equipo, que han publicado estos resultados en la revista técnica Conservation Ecology, creen que sería de sumo interés que otros investigadores analizaran de manera similar otras especies de animales y de plantas.

La ventaja de usar cromosomas gigantes es la rapidez. El inconveniente es que la estructura general de los cromosomas no ofrece información sobre los genes concretos que se están viendo afectados. Las alteraciones cromosómicas están funcionando aquí como meros marcadores: cada tipo de cromosoma lleva uno o varios genes desconocidos que son los que ofrecen ventajas selectivas a cada temperatura.

Sobre la naturaleza de esos genes sólo se pueden avanzar hipótesis por el momento. Una posibilidad es que esos genes fabriquen un tipo de proteínas, llamadas de choque térmico, que protegen a las células de los efectos perjudiciales de las subidas de temperatura. Unos cromosomas podrían llevar más copias de esos genes que otros. Una segunda posibilidad es que los genes en cuestión afecten a los ritmos diarios, cuyo periodo se puede ajustar según la temperatura.

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