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Las trastiendas de la libertad

No eran tiempos fáciles. Algo tan primordial como la libertad de expresión, opinión y pensamiento eran una quimera durante el oscuro franquismo. Sin embargo, un reducido grupo de intelectuales y amantes de la libertad luchaban, con todo el peligro que conllevaba, por burlar la censura y divulgar las obras de autores declarados no gratos por el régimen. Desde las trastiendas de algunas librerías se luchaba contra la dictadura difundiendo clandestinamente esos libros prohibidos que contenían ideas incómodas para el franquismo. En su despacho del Ayuntamiento de Bilbao, Ángel Ortiz Alfau ordena su biblioteca llena de libros dedicados, ante la presencia de Antonio Machado, cuyo retrato preside la sala. Se define como un socialdemócrata y apasionado de la literatura, la pintura y la música. Luis de Castresana, escritor ya fallecido, le responsabilizó en su día de ser la persona que más había hecho para que crecieran las vocaciones literarias a orillas del Nervión. Ángel frecuentaba las tertulias literarias que se organizaban en plena dictadura franquista: "Hubo una genial en La Concordia. Allí conocí a grandes poetas como Blas de Otero, Gabriel Aresti o el propio Celaya. Era una delicia". Guarda un gran recuerdo de su amistad con todos ellos y del ambiente cultural que se formó en la librería Etxebarria, donde acudía un hijo de Ajuriaguerra, el dueño de la librería Arturo y un anarquista que le proporcionaba libros de Engels. Tertulias culturales Aquellos años marcaron la impronta de la librería Lagun. Desde su fundación en 1968, la propietaria, María Teresa Castells, e Ignacio Latierro lucharon contra la intransigencia. En las oficinas de Información y Turismo les solían decir a gente que trabajaba allí: "Hale, ir a Lagun a ver qué tienen". Iban a revisar los libros, a comprobar si todos tenían el sello. En una ocasión les pusieron una bomba de explosivo plástico. Muchas veces les rompían los cristales. Una vez, María Teresa dejó la piedra y la rodeó de ejemplares de Qué es el bunker, editada por la Gaya Ciencia. "Aquellos tiempos le daban otra emoción a este oficio", subraya el propietario de la librería Verdes, Javier Escudero. "A un cierto tipo de librerías nos venía estupendamente que se prohibiera algún libro, porque los vendías como churros aunque fueran una verdadera castaña". Javier sonríe cuando recuerda el compromiso de los "políticamente concienciados". Le lleva a otros tiempos, chocantemente mejores para la venta de libros. La librería Ramos de San Sebastián gozaba por aquel entonces de un prestigio jalonado por el empuje de Milagros y Maria Teresa Ramos, las propietarias. Hasta allí acudían en la década de los sesenta una importante representación de la cultura guipuzcoana: el psiquiatra Luis Martín Santos, autor de Tiempo de silencio, Xabier Aizarna y Miguel Pelay Orozco. En la trastienda encontraban la posibilidad de echar un vistazo a libros catalogados como de dudosa moral.

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