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Libreros en peligro de extinción

La figura del librero está en clara decadencia. Y es un desastre, advierten estos profesionales de una vocación indudable, que aman los libros como si fueran sus objetos preferidos y que en la última década asisten con resignación al ocaso de un oficio que no da más de sí ante la aparición de grandes superficies dedicadas a una venta despersonalizada y al por mayor. Las librerías de toda la vida, ésas que encierran en su interior un encanto especial que obliga a cualquier lector a adentrase en ellas para ojear y terminar llevándose ese libro que le ha recomendado el experto librero, se ven incapaces de absorber la enorme producción editorial. En España se editan al año 55.600 libros, de los que más de 40.000 corresponden a primeras ediciones. Estas librerías son incapaces de acoger tanta producción y competir con superficies de 800 metros cuadrados que apilan todo tipo de novedades, best sellers y libros técnicos, y además guardan espacio para vender otro tipo de productos, como discos compactos. En los últimos diez años, 15 de las librerías más representativas de las tres capitales vascas se han visto obligadas a cerrar. Apenas sobreviven hoy tres en Bilbao, otras tantas en San Sebastián y sólo dos en Vitoria. En pleno Casco Viejo bilbaíno, entre tiendas de ropa de marca, zapaterías y grandes cadenas ópticas, intenta llamar la atención un pequeño escaparate repleto de libros que tienen mucho que ver con los gustos del propietario. Es la librería Verdes, la más antigua de Bilbao, con más de un siglo de vida y regentada desde hace 25 años por Javier Escudero y su esposa Asun. Este bilbaíno de 52 años prefiere tener su propia clientela, entre la que se encuentra Bernardo Atxaga y Jon Juaristi. "Tengo poco espacio y se lo dedico a las materias que me interesan". Por eso, en vez de presidir su escaparate libros como El hereje, de Miguel Delibes, abundan otros sobre la cultura vasca o, por poner un ejemplo, un ensayo de Francisco Fernández Buey titulado Marx (sin ismos). "Me asusto cuando leo la lista de los 10 libros más vendidos y compruebo que yo sólo coincido en cinco. Sin embargo presumo de vender el 75% de un tipo de libros que ni siquiera se ofrecen en los grandes almacenes, como poesía o cultura vasca". Fondo No les queda otro remedio. La proliferación de grandes cadenas de tiendas respaldadas por las propias editoriales, con una superficie que triplican cuando menos las de estos pequeños comercios, irremediablemente les lleva a tener que claudicar en su empeño por vender a gran escala la última novedad. La librería de fondo, un negocio más o menos familiar, regentado por un par de personas que domina el producto está en peligro de extinción. En Vitoria han tenido que cerrar librerías como Linacero y Herrikoia, dejando casi huérfano en el empeño de las librerías de fondo a Axular, una "aglomeración de librerías especializadas", según la describe su gerente, José Antonio Ruiz de Ocenda. Sus dos plantas y más de 800 metros cuadrados le resguardan de la competencia que pudiera representar la reciente apertura de la megadenda Arriaga. "Nosotros ejercemos la labor del librero de cabecera, es decir, que esto no es ningún autoservicio en el que la gente acude, compra y se va. Aquí les aconsejamos si lo desean". En Bilbao, algunos añoran la librería Arturo, o la Galería del Libro, Villar, Arrilucea, la Bilbaína, El Búho, Surco, Aguirre 11 o la Casa del Libro. En San Sebastián se mantienen con dificultades. Algunas, como Ramos, se han integrado en la fundación Kulturgintza. Otras, como Baroja o Easo, han pasado a mejor vida. El peligro de extinción se ve acrecentado por el incumplimiento de la ley del precio fijo, que posibilita a los grandes almacenes lanzar ofertas de descuento y, sobre todo, por la liberalización del precio en los libros de texto, cuyo descuento del 12% ha afectado de lleno a la economía del librero. "Ese importante beneficio nos permitía antes mantener una buena librería de fondo", subraya Escudero. Algo tienen a su favor. Verdes, como Lagun en San Sebastián o Axular en Vitoria, mantienen una clientela más o menos fija, inasequible al desaliento, que acude a estos "templos" que forman parte del ritual de la lectura, como apunta el filósofo Fernando Savater. Ánte el declive de la figura del librero, tiene una explicación: "La gente compra los libros como si fuera un adoquín". Él lo tiene claro. Siempre que vuelve a San Sebastián visita Lagun, la pequeña tienda situada en la Plaza de la Constitución. Su propietaria, María Teresa Castells, e Ignacio Latierro seleccionan los libros para dar cabida en las reducidas dimensiones del local a la ingente cantidad que les llega y asesoran a cuantos acuden preguntando si ha llegado la última obra del escritor equis. Nada que ver con el lápiz óptico de otros establecimientos y el ordenador al que acude su dependiente cuando se le inquiere por un libro. Ellos lo controlan en persona. Todos coinciden en que su futuro es complicado. Saben que este fenómeno está ocurriendo en países vecinos como Francia e Italia. Pasto de los tiburones Santiago Cámara, presidente de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) y propietario de la librería Cámara de Bilbao, lo tiene claro: "Yo no quisiera que esto sucediera, porque creo en el contacto personal, en la labor del librero como promotor, difusor y persona que contagia calor por el libro y amor por él. Alguien que se satisface cuando le dicen "qué buen libro me has recomendado". Pero la experiencia nos dice que este negocio sólo sobrevivirá si estamos debidamente especializados. No nos podemos agarrar a la utopía, porque entonces seremos pasto de los tiburones". Estos profesionales del libro sugieren a las autoridades políticas que adopten una serie de medidas que, lejos de suponer un padrinazgo, contribuyan, entre otras cosas, a regular una política del precio fijo para no caer en la "manipulación" de los grandes almacenes, que pueden establecer criterios selectivos a la hora de editar, distribuir o vender determinados productos. Los cada vez más frecuentes procesos de concentración están cambiando a marchas apresuradas el concepto tradicional de la librería, ese negocio tan personal, vinculado íntegramente al conocimiento y temperamento del profesional que lo llevaba. "Las grandes franquicias harán que los próximos en desaparecer seamos nosotros", vaticina con cierto fatalismo Javier Escudero.

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