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Reportaje:

Cataluña no es Serbia

Francesc Valls

Mediaba el siglo XVII cuando Vidrieret, un bandido del Bages, acompañó a los benedictinos no catalanes de Montserrat hasta la frontera con Aragón por encargo de sus hermanos nativos de congregación. Cataluña, que se ponía bajo la protección del rey de Francia, vivía las secuelas de la Guerra dels Segadors. El canónigo Pau Claris, conseller en cap de la Generalitat, había dado la orden de expulsión. Eran otros tiempos. Ahora Cataluña, y con ella la Iglesia catalana, está bien alejada de las veleidades serbias que pudo tener en su historia. El propio presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, católico practicante, se conformaría con un pequeño signo de reconocimiento: que Juan Pablo II dijera Bon Nadal una vez al año y que la Iglesia catalana no estuviera en el ojo del huracán romano en los informes de nunciatura sobre la situación del castellano en Cataluña. Pujol se encuentra desde ayer y hasta el sábado en Roma con el objetivo de participar en las sesiones que llevan por título Sobre los Derechos Humanos y Derechos de la Familia. Las organiza el Pontificio Consejo para la Familia, que preside el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, auténtico martillo de la teología de la liberación en América Latina. Pujol no desaprovechará a buen seguro la ocasión para hacer catequesis catalanista en tierra de infieles: la Santa Sede. Hablar en andorrano ¿Por qué en Roma no vende mucho Cataluña ni la coalición que la gobierna? "Nosotros no tenemos un cristianismo agresivo, nuestro estilo es más abierto, parecido al de los holandeses", explica Joan Rigol, presidente de Unió Democràtica de Catalunya, el socio democristiano de Convergència. Ésa es una de las explicaciones en épocas en que las grandes certezas han vuelto a instalarse en la Roma de Karol Wojtyla. CiU es consciente de que Cataluña es la comunidad autónoma más secularizada de España. A nadie sorprende en Cataluña que sea una consejera democristiana la que presente en el Parlament la primera ley de parejas de hecho de España. Se han acabado los viejos tiempos montinianos y conciliares en los que en el Vaticano había una importante colonia catalana, con el cardenal Albareda a la cabeza y con hombres tan importantes como Manuel Bonet, en el Tribunal de la Rota, o el jesuita Miquel Batllori, en la universidad Gregoriana. También han pasado a la historia nuncios abiertos como Dadaglio. Para completar el cuadro, la Iglesia catalana carece de un liderazgo fuerte. "Yo mismo le pedí al Vaticano que el Papa saludase en catalán y se me dijo que que el Papa sólo saluda en las lenguas oficiales de los estados; pero ahora hay un Estado que tiene bandera en la ONU y que tiene el catalán como lengua oficial: es Andorra", dijo Pujol hace dos años en Vic con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Torras i Bages. "Tenemos el derecho a ser tenidos en cuenta; la Iglesia catalana es una Iglesia que no creo que sea subversiva, lo máximo que se puede decir es que es montiniana, no es heterodoxa y Cataluña y el Gobierno de Cataluña, tampoco. Si alguien ha intentado que la escuela confesional se puede mantener , ha sido el Gobierno catalán", agregó Pujol en ese evento, en setiembre de 1996. "Cuando alguien en el mundo religioso dice "conviene que en España haya estabilidad", ¿a quién llaman, a quién telefonean? Pues a los representantes del Gobierno nacionalista catalán ; cuando dicen "a ver si podemos evitar que se apruebe el cuarto supuesto del aborto", ¿a quién llaman? Pues al Gobierno de Cataluña, que pide una cosa tan tremendamente modesta como que por Navidad el santo Padre diga en lengua andorrana: "Bon Nadal", concluyó Pujol. Pues bien, dos años después de estas palabras del presidente de la Generalitat, el Papa sigue igual. "Lo dice hasta en maltés, pero no en catalán", tercia Albert Manent, asesor de cultura de Presidencia de la Generalitat . No deja de molestar que en el Vaticano, donde siempre se ha tenido tanto tacto para con países otrora sin Estado como Lituania o Croacia, no haya manera de que el catalán se haga con un pequeño espacio aunque sea navideño. Por parte de Pujol no han faltado los grandes signos: el primer viaje oficial que hizo como presidente de la Generalitat fue al Vaticano. Pero ese afecto no es recíproco. Pujol obsequió al Papa con la Gran Enciclopèdia Catalana (abierta por la página de la Cracovia natal de Karol Wojtyla), un facsímil del misal de Santa Eulàlia y el libro de oro del rosario en Cataluña. Pero los regalos de Pujol deben dormir bajo los informes que los nuncios de la Santa Sede en España han remitido a la Secretaría de Estado vaticana. El húngaro Lajos Kada, actual embajador vaticano en España, se ha quejado del chantaje al que CiU tiene sometido al Gobierno central español con sus pactos. Kada ha dado crédito a todas las protestas en el sentido de que no hay misas en castellano en Cataluña y ha pintado un cuadro de escasos matices, de colores decididamente balcánicos. Los nacionalistas católicos catalanes y la propia jerarquía eclesiástica catalana están desconcertados antes este panorama. Desconcertados y sin aliados en Roma. Allí está paralizado el proceso de beatificación de Torras i Bages, buque insignia de la Cataluña cristiana y conservadora, la que en diciembre de 1988 fue con Jordi Pujol en peregrinación a Roma. Un total de 4.000 catalanes siguieron al presidente. En la plaza de San Pedro hubo castellers, vivas al pontífice y a Cataluña, pero quizás no llegaron a oídos del Pontífice. Pujol tendrá ocasión de ver hoy y mañana cómo están las relaciones entre Cataluña y el Estado Vaticano. También de comprobar si sigue siendo difícil que el Papa diga Bon Nadal en andorrano: "Hace tiempo que lo pedimos y la indeferencia es total". De esas palabras de Pujol se cumplen ahora dos años.

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