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Sepultureros británicos cavan en busca de la gripe de 1918

Cinco sepultureros londinense comenzaron ayer por la mañana a romper la superficie helada bajo la que yacen los cuerpos de seis víctimas de la gripe de 1918, también conocida como la gripe española. En la isla de Spitsbergen en el Ártico, entre Noruega y Groenlandia, el suelo está congelado permanentemente hasta 90 centímetros de profundidad. A unos dos metros deberían encontrar los cuerpos, en una fosa común sellada por el hielo. Es la época del sol de medianoche. Sobre la zona, los científicos de varias nacionalidades que acompañan a los excavadores han montado una tienda especial, como protección para evitar un escape peligroso. Este es un momento crítico en uno de los esfuerzos más ambiciosos para resolver uno de los misterios de la medicina: qué causó la gripe pandémica de 1918 y 1919 y por qué fue su contagio tan virulento como para matar entre 20 y 40 millones de personas en todo el mundo. El secreto de uno de los virus más letales conocidos en el mundo puede residir en los pulmones de estas seis víctimas.

"Cinco años de trabajo concluirán en las próximas semanas", anunció la directora del proyecto, la canadiense Kirsty Duncan. Inspirada por el libro La pandemia olvidada de América: la gripe de 1918, de Alfred Crosby, comenzó a buscar las víctimas de esta gripe cuyos cuerpos podían estar bien conservados por el hielo. En un diario guardado por una compañía del Ártico, Duncan encontró los nombres de siete hombres, de entre 18 y 29 años, granjeros y pescadores que acababan de llegar para ganar algún dinero adicional trabajando en una mina durante el invierno. Pero se contagiaron de la gripe en el barco y murieron en la primera semana de octubre de 1918.

Permisos

Duncan impresionó a las autoridades noruegas con la importancia del proyecto de aislar y describir un virus cuya última manifestación data de 1918. Extremó las precauciones y las autoridades obtuvieron los permisos de las familias de seis de las siete víctimas. Entonces, Duncan reclutó un equipo multinacional de patólogos, virólogos, biólogos moleculares, geólogos y arqueólogos médicos. Un reconocimiento con radar estableció que los cuerpos estaban congelados y posiblemente bien conservados para el estudio médico. Charles Smith, un patólogo de Toronto, proyecta recoger las muestras de tejidos pulmonares, intestinales y de otros órganos de los cadáveres. Los cuerpos, que no fueron embalsamados, no serán sacados de las tumbas por respeto y para evitar el contagio.

Los científicos dudan de que pueda quedar vivo algún virus de la gripe pero, por precaución, vestirán trajes espaciales acondicionados con oxígeno para respirar. Una vez extraídos los tejidos, se sellarán las porciones de cada muestra en recipientes separados y serán enviados a laboratorios de Noruega, Canadá, Estados Unidos y Reino Unido.

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