Las dudas sobre los restos del zar dividen a la Iglesia ortodoxa
Siete popes y cinco diáconos, al mando de Borís Glevob, un respetado arcipreste de San Petersburgo, oficiarán esta mañana el solemne funeral por las víctimas de la matanza de la noche del 16 al 17 de julio de 1919 en la casa del comerciante Ipatiev de Yekaterimburgo. El patriarca ortodoxo, Alejo II, ha delegado en ellos. Una difícil decisión motivada porque la polémica sobre la autenticidad de los restos ha provocado dolorosos enfrentamientos.La comisión gubernamental que estudió los restos, sometidos a numerosas pruebas de ADN en Rusia y en el extranjero, decidió en febrero que eran del zar, su familia y sus sirvientes. Pero esa conclusión, que deja un margen a la duda casi despreciable, no basta para la jerarquía ortodoxa, que actúa con prudencia.
La Iglesia ortodoxa en el exilio ya ha canonizado al último zar, y se rebela contra una identificación en la que no cree porque ha convertido casi en dogma de fe que los restos fueron destruidos tras el magnicidio. La Iglesia oficial, convertida en un poder fáctico tras la caída del comunismo, busca la unidad de la familia ortodoxa. Probablemente hará también santo a Nicolás II dentro de dos años, y no quiere arriesgarse a que sus huesos, elevados a reliquias, sean objeto de controversia.
Por eso, en cada iglesia de Rusia se oficiarán hoy actos de arrepentimiento y oración en memoria de todos los martirizados y asesinados en el tiempo de persecución. El propio patriarca presidirá el más solemne de todos ellos, en el monasterio de la Trinidad de San Sergio, cerca de Moscú. Más claro lo tiene el pope Inokentio Romanás, de la iglesia de san Nicolás de los Marinos. Afirma que el santo Juan Kronstandski, muerto un año después que el zar, dijo que éste se le apareció y le pidió que no se buscaran sus restos. Así que los que se han encontrado tienen que ser falsos
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