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Patti Smith suelta su "duende"

La cantante estremece al público granadino con su visión de Lorca

«Para buscar al duende no hay mapa ni ejercicio», escribió García Lorca. «Sólo se sabe que quema la sangre como un trópico de vidrios». Y un trópico de vidrios fue la voz de Patti Smith la noche del pasado sábado cuando, armada tan sólo con una guitarra acústica, estremeció la noche de Granada en un concierto íntimo de homenaje a Lorca en el patio de la Huerta de San Vicente, última residencia del poeta. Patti Smith tuvo duende al 100%.

La cantante de Chicago había sido invitada por la directora de la Huerta de San Vicente, Laura García-Lorca, para participar en los actos que conmemoran en nacimiento del autor de Bodas de sangre. Las escasas dimensiones del patio exterior de la finca sólo daban abasto para un aforo de poco más de 300 personas. Eso provocó las protestas de muchos que se quedaron fuera y no pudieron acceder al recinto. Quienes tuvieron la suerte de hacerlo, al precio de 3.000 pesetas la entrada, se llevaron en el bolsillo una noche única.A Patti Smith, más pródiga ahora en conciertos que hace unos años, se la puede saborear en los grandes escenarios de los festivales independientes del rock. Sentir su furia desafiante. Pero pocas veces, sin embargo, volverá a ser contemplada con un fondo de árboles y jazmines, con la luna limpia colgándole de un hombro y un libro de poemas de Lorca entre las manos. Eso fue lo que hizo en Granada, lo que invocó al duende.

Irrepetible

Ya desde que se subió al escenario mínimo de la huerta, se presagiaba una noche irrepetible. Abrió su actuación recitando, en inglés, la letanía del Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, poema que iría intercalando a lo largo de la velada con algunas de sus canciones más emblemáticas, como Redondo Beach, Holy, Wing o People have the power. A su lado, el guitarrista Oliver Ray, ejerció de espléndido acompañante.El ambiente íntimo y concreto, las calidades de la Huerta de San Vicente, tan sugerentes como el bosque de la Alhambra, propiciaron que Smith y Ray se lanzaran a varias improvisaciones, algunas fallidas por la rotura de cuerdas, y otras certeras, como el emocionante recitado de los versos lorquianos Si muero, dejad el balcón abierto ... o Córdoba.

Patti Smith, que también cogió la guitarra acústica mientras Ray tomaba una vieja española con la que Lorca aprendió a tocar, era una Patti Smith a tope, la misma cantante de Horses, Easter o Radio Ethiopía, tan auténtica, vulnerable y lúcida como entonces, con una voz y unas inflexiones absolutamente redondas.

El momento más intenso llegó cuando ordenó a Oliver Ray que tocara un blues con slide , al modo de los viejos negros de los años veinte y treinta, y comenzó a recitar, como si fuese un poema, la conferencia Juego y teoría del duende, masticando en inglés, con una sonoridad desconcertante, cada frase: «En todos los países la muerte es un fin. Llega y se corren las cortinas. En España no. En España se levantan. Muchas gentes viven allí entre muros hasta el día en que se mueren y las sacan al sol. En España un muerto está más vivo que en ningún otro sitio del mundo".

Allen Ginsberg, amigo personal de Smith y uno de los mayores devotos de Lorca, estuvo presente también en el recital, cuando la cantante de Chicago recitó su poema más emblemático, Howl (Aullido). A partir de ahí, el duende lorquiano desató sus cabelleras, y Smith se lanzó a recordar algunas de sus viejas canciones, como Pissing in the river, o Because the night, con la que incitó al público a hacer el amor. Luego se fue.

No concedió bises porque todas las guitarras con las que ella y Ray actuaron habían perdido alguna cuerda por el camino. Tal vez porque ella misma había quedado embriagada del patio en el que García Lorca solía tomar el aire las noches frescas del verano en la Vega granadina, con solo el rumor de árboles y de guitarras, hablando de ángeles y de duendes. La cantante fue uno de ellos.

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