La claridad del gran pensador
A Octavio Paz le interesaron una lista interminable de cuestiones. Y todas ellas fueron pasando con puntualidad por su escritorio para ser cuidadosamente exploradas a través de sus palabras. Nada le fue ajeno y, por lo que transmiten sus escritos, a todo se aplicó con muchas ganas. Aquello de lo que trataba lo hacía suyo y, por puro afán de exactitud, habría que hablar de su México, su Duchamp, su Breton, su Fourier, por citar algunas parcelas de su insaciable curiosidad. La política ocupa un lugar destacadísimo en su producción ensayística. Empezó entregado al vértigo revolucionario y la historia le proporcionó un montón de ejemplos -la desaparición de Andreu Nin en la guerra civil española, el asesinato de Trotski, los campos de concentración soviéticos...- que lo hicieron ser cada vez más crítico. Desveló con lucidez los mecanismos del PRI como una singular máquina de poder, pero llegó a defenderlo en unos artículos en las últimas elecciones mexicanas. El laberinto de la soledad (1950), Postdata (1970) y algunas partes de El ogro filantrópico (1979) reúnen lo mejor de su pensamiento sobre la idiosincrasia, la historia, los conflictos y los desafíos de su país.
La literatura fue otro de los territorios en los que volcó lo mejor de sí mismo. Quien haya leído sus textos sobre Pessoa o Cernuda -ambos en Cuadrivivio (1965)-, sabe que Octavio Paz no sólo escudriñaba las obras y la personalidad de sus autores, sino que iba más lejos y se zambullía en la compleja trama de las pasiones humanas, como los frágiles contornos de la identidad o los conflictos entre el deseo y el amor en los casos citados. Dos grandes libros brillan sobre todos entre sus ensayos literarios: El arco y la lira (1956) y, Los hoos del limo (1974).
Multitud de intereses
Títulos como los recientes La llama doble (1993) -sobre el amor- o Vislumbres de la India (1995) -sobre el subcontinente asiático- dan una idea aproximada de sus múltiples intereses, que lo llevaron a escribir de los desafíos artísticos de Marcel Duchamp -Apariencia desnuda (1973)-, de las estratagemas radicales de Sade -Un más allá erótico: Sade (1960)-, de la obra de Sor Juana Inés de la Cruz (1982) o de la mirada diferente que proponía un antropólogo francés -Claude Lévi-Strauss o el nuevo Jestin- de Esopo (1967). El erotismo, la revuelta juvenil, las conquistas de la ciencia contemporánea, más un sinfín de nombres propios de escritores y artistas,. fueron también abordados por Octavio Paz y, siempre, con la claridad como una divisa irrenunciable de su estilo. Corriente alterna (1967), InImediaciones (1979), Puertas al campo (1966) o El signo y el garabato (1973), entre otros, son algunos títulos que reúnen sus artículos sobre las cuestiones más diversas
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.