Legislatura entera
AZNAR Y PUJOL se reunieron ayer de nuevo en uno de los periódicos encuentros que sostienen ambos políticos desde que la coalición catalana Convergéncia i Unió (CiU) proporciono al Partido Popular (PP) los votos que necesitaba en el Parlamento para gobernar con cierta estabilidad. El peculiar sistema elegido por Pujol para garantizar la continuidad de los Gobiernos desde 1993 requiere periódicamente de unos largos encuentros en la cumbre, en los que se escenifica el estado de salud de la alianza y se modula su tonalidad, desde el mero pacto de investidura del principio hasta el actual casi pacto de legislatura.Si se juzga el estado del pacto por los resultados de la reunión de ayer, Aznar podrá coronar la legislatura con el apoyo de CiU. El presidente catalán confirmó su valoración positiva de la alianza y su voluntad de mantenerla, pero el signo más evidente de esa continuidad fue la mención a los Presupuestos de 1999, que CiU piensa negociar con el Gobierno dándole otro año más de estabilidad, suficiente ya para terminar la legislatura. Pujol podrá convocar así sus elecciones, las autonómicas, en la primavera de 1999, sin haber roto con Aznar, y a buen seguro mediante una modulación de los desacuerdos que proporcione la distancia electoral conveniente entre ambas fuerzas. La mención de Pujol a su insatisfacción por el desarrollo autonómico, como único aspecto insuficiente de la reunión, apunta ya en esta dirección.
No sé habló de elecciones ni de la Ley del Catalán, según Pujol. En cambio, fueron prolijas las menciones a las obras públicas pendientes en Cataluña: tercera pista del aeropuerto, desvíos del Llobregat y del Francolí y tren de alta velocidad, principalmente. Asuntos que requieren inversiones y decisiones del Gobierno y que constituyen una rémora electoral si no están en marcha dentro de un año y un tanto para la campaña si las excavadoras han empezado a desbrozar solares. También lo fueron las referencias al IRPF y al euro, cuestiones ambas que Pujol quiere presentar como victorias propias.
Pujol y Aznar han encontrado la distancia perfecta en sus relaciones mutuas, incluyendo desacuerdos consensuados sobre la política lingüística y el nivel de reivindicación para cada momento. Para que todo funcione es preciso que cada uno de los socios actúe con fidelidad en los parlamentos respectivos para garantizar sus mayorías de gobierno. Y esto ha funcionado hasta ahora con fluidez en todos los conflictos sustanciales, incluyendo el debate lingüístico, auténtico hecho diferencial que proporciona rendimiento electoral a cada una de las dos formaciones
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