_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sumar

Rosa Montero

Hace algunos años estuve en Australia haciendo un reportaje. Recuerdo que me fascinó el hecho de que sus ciudadanos procedieran de los más diversos países de la Tierra; y el esfuerzo que los australianos estaban haciendo por crear un marco multicultural. Por ejemplo, todos los inmigrantes tenían derecho a un intérprete gratuito, y los impresos oficiales estaban siendo traducidos a más y más idiomas. Se sentían orgullosos de estas medidas, y con razón. En un mundo cada vez más pequeño, más multirracial y más diverso, lo sensato y lo progresista es asumir y facilitar la diferencia.La ley del catalán es tan ambigua, en cambio, que podría terminar siendo aplicada de un modo reaccionario. Imagino a un emigrante extremeño, por ejemplo, teniendo que pasar por el sofoco, o incluso la humillación (depende de dónde, depende de cómo) de suplicar un impreso en castellano, y no me parece justo; imagino a los jóvenes de Cataluña hartándose de su propia lengua al verla convertida en algo demasiado oficialista, y me parece un peligro no desdeñable.

Sé bien que por estos temas hay que pasar siempre de puntillas, y no ya porque luego te llueven las bofetadas, sino porque corres el riesgo de agitar la bicha de los nacionalismos, incluido el españolista, y aumentar el nivel de inquina e intolerancia mutua de los diversos grupos. Soy una firme partidaria de la diversidad cultural, pero esa diversidad no se puede construir desde la demonización del Otro: por eso para mí los nacionalismos son una perversión de la identidad cultural, lo mismo que el sentimentalismo es una perversión de los sentimientos. Hay otros modos, otras maneras: por ejemplo, ¿por qué no estudian todos los niños españoles un curso básico sobre las otras lenguas del Estado? Por favor, hagamos una suma y no una resta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_