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Buenos Aires

Juan José Millás

En Martin (Hache), la película de Aristarain que triunfa en nuestros cines, los personajes se mueven entre Madrid y Buenos Aires como entre dos barrios de la misma ciudad, lo que constituye uno de los aciertos de la cinta. Si usted va por Bravo Murillo y cierra los ojos al andar, apretando mucho los párpados, podría, al abrirlos, aparecer en Corrientes tres cuatro ocho, segundo piso ascensor. No es broma. La gente se mueve en avión porque no conoce otro sistema, pero Lucrecia, la cantante cubana con la cabeza llena de raíces y puntas, decía hace poco en estas mismas páginas que cuando baja por Huertas le parece que va hacia el mar. Y es que en Madrid hay de todo: un poco de Caribe, un pedazo de Buenos Aires, hebras de México...El caso es que debemos un homenaje a los argentinos que llegaron al lado de acá en plan nasciturus, o de bebés, y que ahora tienen la edad de Juan Diego Boto. Aquellos niños que fueron los compañeros de nuestros hijos en guarderías e institutos están ya en la universidad, cómo pasa el tiempo. Y son de nuestro barrio, aunque no hayan perdido una especie de cicatriz en la expresión que nos permite vemos en su boca sin confundimos con su lengua. Podríamos decir que les falta el canto de un duro para ser nosotros como a nosotros nos faltan dos minutos para convertimos en ellos. Y es en ese grado de semejanza y diferencia donde hemos intercambiado productos existenciales y afectivos. De hecho, nuestras dentistas y psicoanalistas, logopedas y editoras, amigas y enemigas, han sido en gran parte argentinas, y hablo en femenino porque me sale de los ovarios, que no tengo. Es lo que le pasa al hombre respecto a la mujer: que está también a punto de ser ella: le falta esa queja llamada útero como a Madrid le sobra un poco de complejo de inferioridad para ser Buenos Aires.

Lo mejor de la película de Aristarain es que nos ha devuelto un Madrid bonaerense al tiempo de hacernos entrever un Buenos madrileño. Sus personajes han triunfado entre nosotros hablando en ché porque si al español le añades un poco de nostalgia, o de desgarramiento, se queda en eso, en ché. La pena es que no nos hayamos dado cuenta hasta Martín (Hache). De eso, y de que el muchacho melenudo que viene a merendar a casa con nuestro hijo mayor es la segunda generación de argentinos en Madrid, lo mismo que nuestros chicos son la segunda generación de madrileños en Buenos Aires, al menos del Buenos Aires que durante todos estos años ha ido brotando por las comunidades de vecinos, los centros culturales o las consultas médicas

Falta por hacer el gran reportaje del Buenos Aires que a modo de caja china hay dentro del Madrid madrileño. La dificultad estriba en que no se encuentra resumido en una zona, sino que está por todas partes, desde Moratalaz a Vallecas y desde Prosperidad a Tres Cantos. Pero existe. De ahí que no sea necesario tomar el avión. Basta con coger el metro en cualquier parte y cerrar los ojos para apearse en Buenos Aires. Desde Cortázar, nunca. habíamos sido tan argentinos como ahora, ni tan madrileños por tanto. Nos ha faltado la gratitud de reconocernos en ese espejo que nos devuelve una imagen más grande, también más vulnerable. Martin (Hache) nos ha dado la oportunidad de hacerlo, y al asomamos a esa balsa de azogue hemos visto a nuestros hijos mayores en ese chico de la película que se mueve entre Madrid y Buenos Aires como entre los cónyuges de una pareja divorciada. La propia Cecilia Roth vino a la entrega de los Goya con el sentimiento de volver a casa y para comprobar, la oí decir en Canal + que no había sido un sueño su anterior estancia en Madrid, cuando sus primeros papeles con el Almodóvar de Luci, Pepi, etcétera. Y no lo fue, no fue un sueño, a menos que aceptemos que nos hemos soñado unos a otros como sus calles y las nuestras se han soñado entre sí para construir un Madrid argentino y un Buenos Aires español. No nos entenderemos mientras no nos hagamos cargo de este portentoso intercambio de materiales oníricos y narrativos. Por eso sería bueno un homenaje a la segunda generación, ya que no fuimos capaces de dárselo a la primera. Sería también un reconocimiento a nuestros hijos y a su costado bonaerense. A ver si se le ocurre algo al alcalde, que no creo.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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