El fantasma de la avalancha humana vuelve a Jordania
El reino hachemí teme una nueva invasión de refugiados iraquíes cuando aún no se ha recuperado de la de 1991
ENVIADO ESPECIALJordania está asustada. Cerca de medio millón de iraquíes buscarán refugio en el reino hachemí si Estados Unidos bombardea Bagdad. El Gobierno de Ammán amenaza con cerrar sus fronteras e impedir por todos los medios el paso de los tránsfugas, tratando así de evitar la apocalíptica situación generada en 1990 y 1991, cuando el país recibió continuas oleadas de refugiados, que sumaron millón y medio de personas, es decir, una tercera parte de su población.
"No aceptaremos ver a nuestros hermanos iraquíes desguarnecidos, en el desierto, y no podemos aceptar tampoco ver a Jordania sirviendo de abrigo para refugiados procedentes de todas partes. Debo recalcar que no tenemos capacidad para albergar a estos refugiados", ha declarado recientemente el príncipe Hassan, heredero del trono de Jordania, al tiempo que recordaba la oleada de refugiados que se vio obligado a recibir su país durante la guerra del Golfo. Las palabras del príncipe heredero se vieron ratificadas por el ministro de Estado para la Información, Samir Mutawi, quien se mostró aún más contundente y afirmó que Jordania no se convertiría de nuevo en tierra de refugio de los civiles iraquíes, aunque sí estaban dispuestos a dar asistencia humanitaria, pero sólo en las zonas cercanas a la frontera con Irak, donde al parecer se están construyendo 10 campos para la población civil.
Jordania dio asilo entre 1990 y 1991 a cerca de un millón de iraquíes, que cruzaron la frontera por el Norte y se diseminaron por todo el país, llegando incluso a instalarse a 400 kilómetros al sur, en la capital, Ammán, donde tuvieron que ser albergados en campos de refugiados que con toda urgencia se levantaron en los alrededores del aeropuerto, a poco menos de una veintena de kilómetros, en línea recta, de la frontera con Israel.
Los efectos catastróficos de aquella inesperada emigración, a la que se sumaron más de 350.000 jordanos de origen palestino que vivían en países del golfo Pérsico, lastran aún hoy la frágil economía de este país, donde se calcula que viven todavía 150.000 refugiados iraquíes, de los que sólo 35.000 tienen un permiso oficial de residencia.
La mayoría de estos refugiados, muchos de ellos originariamente ciudadanos de clase media y con estudios universitarios, se han convertido en los últimos años en la "mano de obra barata" de Jordania, viéndose obligados, en el mejor de los casos, a recibir salarios de hambre y vivir en condiciones precarias. Pero junto a estos desheredados desembarcaron también en el reino poderosos comerciantes que han venido en los últimos años haciendo pingües beneficios al canalizar el suministro de bienes de primera necesidad hacia Irak.
Los refugiados iraquíes no son los únicos. En Jordania hay además una población estable constituida por 250.000 palestinos originarios de Cisjordania y Gaza, que se instalaron en el país como consecuencia de las diferentes guerras libradas con Israel desde 1948. Estos refugiados viven en 13 campos y reciben como única ayuda la asistencia que les dan las organizaciones humanitarias internacionales. A estas cifras hay que sumar aproximadamente un 40% de la población, en realidad de origen palestino y que desnaturaliza profundamente el origen beduino de los jordanos.
En los últimos días, el Ejército jordano se ha desplegado a lo largo de la línea fronteriza con Irak, tratando de sellarla y de crear un cinturón de seguridad que permita mantener controlados a los futuros refugiados. Los estados mayores de las organizaciones humanitarias establecidas en Jordania han empezado ya a planificar su trabajo, según ha asegurado Emilio Menéndez del Valle, ex embajador de España en Roma y en Ammán, y convertido desde hace tres meses en responsable de la Agencia de Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea (ECHO) para Jordania, Palestina, Líbano, Siria y Yemen.
"Estamos adelantándonos a los acontecimientos para que no nos cojan desprevenidos. Tratamos de coordinar el trabajo de las diferentes organizaciones humanitarias, canalizando al mismo tiempo desde Bruselas las ayudas que se puedan necesitar", asegura el profesor español en su despacho de Ammán, donde ultima los detalles de un organigrama en el que nada queda al azar.
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