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Tribuna
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Un cervantino

Cabrera Infante es uno de los escritores latinoamericanos de estirpe cervantina melancólica. Toda su obra es una disparidad entre el amor por el mundo y la imposibilidad de habitarlo. Esa herida alienta la varia divagación de su escritura sin centro. Cervantino, la realidad se le torna incólume y, a la postre, intolerable. Pero en lugar de confundir a los molinos de viento con gigantes a nombre de un discurso heroico, Cabrera los suele tomar por fantasmas de un museo imaginario. Bien visto, esos espectros no tienen casa; y ese museo es una película dudosa. Esto es, el mundo de Cabrera está sostenido por la nostalgia. Por la más liviana de las fábulas.Sin centro, perdida la idea de raigambre, el sujeto de su narrativa se desplaza en los márgenes haciendo el inventario del olvido. Lo mejor de su escritura es esa dedicación prolija y a la vez deleitosa a cada cosa y cada nombre extraviado. Este Heráclito habanero habita el país del exilio, y es su primer ciudadano perpetuo. Quienes nos hemos asomado al salón de té londinense, donde ese país parece que empieza, sabemos que este hombre viene de lejos pero no ha acabado de llegar. Trae todo su equipaje de viajero, su memoria como otro mundo.

Cervantino, la realidad le da de palos, y él le devuelve lanzadas y despropósitos. Solitario, la memoria le sangra y él se complace en esas intimidades. Exiliado, no se resigna a la soledad, y se hunde en los cinemas. Poco y mal leído, le elogian lo casual y le olvidan la extraordinaria calidad de su prosa, esa liviana y fácil poesía que fluye de su extraordinario talento para lo sensorial y lo específico. Sus Tres tristes tigres no han perdido bravura, su vehemencia celebratoria, donde el tiempo es placer y agonía. Y su obra más recóndita, La Habana para un infante difunto, es un verdadero tratado de los sentidos, del sabor y el saber de una lengua reverberante, hecha en la intimidad laberíntica del cuento compartido.

Raudo pero placentero, como los clásicos amenos, Guillermo Cabrera Infante quizá nunca ha salido de La Mancha y ha preferido su inventario de maravillosas luces y tristes sombras.

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