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Saramago lanza un alegato por la reinvención de la lengua como base humanística y educativa

El autor portugués, doctor 'honoris causa' por la Universidad de Castilla-La Mancha

La palabra y la lengua como vehículos de la dignidad y la libertad del hombre fueron el eje del solemne acto que convirtió ayer a José Saramago en doctor honoris causa por la Universidad de Castilla-La Mancha. El escenario fue el bello y antiguo convento de San Pedro Mártir, en Toledo, viejo símbolo de tolerancia cultural e intransigencias inquisitoriales. El novelista apareció en el paraninfo entre orgulloso y divertido y, en su discurso, leído en portugués, pidió "una reinvención de la lengua" como base educacional y solución humanista al riesgo de perder la palabra, dada la "angustiosa inepcia con que generaciones de estudiantes luchan con su lengua materna cuando hablan y escriben".

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El "equipaje" castellano

Novelista, poeta, dramaturgo, cronista, ensayista, traductor, cuentista y escritor de diarios y relatos de viajes, José Saramago (Azinhaga, 1922) es desde ayer "uno de los nuestros", según dijo su padrino de doctorado y traductor al español, Basilio Losada, en la laudatio previa a la imposición del honoris causa. Al final del acto, el autor de Memorial del convento abundó también en esa idea: "España es ya un poco más mía. Y la cordialidad, la naturalidad, la sencillez y el cariño de esta mañana han hecho que todo fuera mucho menos frío y oficial de lo previsto. No puedo pedir más".Saramago estuvo acompañado por el príncipe Felipe, que presidió la sesión; el presidente de Castilla-La Mancha, José Bono; el rector, Luis Arroyo -que comunicó la adhesión al homenaje de Carmen Martín Gaite, Fernando Lázaro Carreter y Miguel Delibes, entre otros-, y el presidente del Consejo Social de la UCLM, Francisco Luzón.

Abrieron la sesión los padrinos, Basilio Losada y Felipe Pedraza, que definió al autor de Ensayo sobre la ceguera como " uno de los novelistas capitales del fin de siglo" y "poeta convencido de que la dignidad del hombre no es asunto negociable". Saramago ha unido la voluntad de estilo con la creación de un mundo de ficción autónomo, afirmó Pedraza, "y ha vinculado esa creación con el universo en que viven sus lectores. su escritura es inconfundible, con su frase certera, envolvente, su mirada distante pero al mismo tiempo conmovida. Es además un hondo recreador del dolor humano; aunque oscila entre el escepticismo y la esperanza, la rebeldía y la resignación, nunca olvida un punto de ironía, de humor logrado en el paralelismo contradictorio de la frase".

Losada retrocedió a los siglos XII y XIII para asentar la conveniencia de que fuera Toledo -"modelo de una Europa justa, libre y solidaria" la sede del homenaje. Luego calificó a su amigo como "testigo de la grandeza y la precariedad del hombre", recordó su raíz humanista, elogió la amplitud y calidad de sus recursos semánticos y hallazgos sintácticos, y glosó su amor por los perdedores: "Saramago habla de los puros, los inocentes y las víctimas. Pero siempre descubre la esperanza en medio de la vileza: sus horizontes son la dignidad y la libertad".

Pero era la hora de la ceremonia: entrega del título de Doctor, el birrete laureado, el Libro de la ciencia y la sabiduría, el antiguo anillo -"símbolo del matrimonio entre vos y el saber"- y los guantes blancos, emblema "de la fuerza que deben conservar vuestras manos y de vuestra alta categoría".

Saramago juró fidelidad su nuevo claustro con una mezcla de ironía y gravedad. Se dirigió al micrófono y, hablando despacio,, con cuidadísima dicción, se declaró dueño de "un sentimiento complejo, al que llamaré una orgullosa humildad". Y lo explicó así: "Es orgullo porque mi camino vital tuvo origen en una familia de labradores; es orgullo porque, sin haber tenido la fortuna de disfrutar de estudios superiores, creo haber sido capaz, no obstante, de construir una obra digna; pero también es humildad porque soy cada vez más consciente de que todo orgullo es vano ante el tiempo, y que las vidas no tienen que ser forzosamente menos que las obras".

Solución "temeraria"

Y enseguida entró en materia. La lengua como problema vital; la necesidad de defender a las lenguas de las guerras; la constatación de que las escuelas no enseñan a hablar, aunque pretendan que enseñan a escribir, dejando a la familia esa tarea... Y su "temeraria" solución: introducir en los dos o tres últimos años de la enseñanza básica la disciplina de Historia de la Lengua."Me preguntaréis, al llegar aquí, si yo ya reinventé la lengua portuguesa", acabó. "Me merezco la ironía. Pero decidme si no os parece justo que una escuela que enseñase de hecho a hablar y escribir, una escuela que hiciese de la Historia de la Lengua la materia vertebradora de una formación humanística, decidme si esa escuela no revitalizaría las maltratadas lenguas, reinventándolas todos los días en el espíritu de cada estudiante".

En un encuentro posterior, José Saramago animó a los periodistas a asumir su responsabilidad: "¡Cómo estáis necesitando vosotros esa reinvención!"

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