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Tribuna
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En el instante congelado

Enrique Vila-Matas

"Palabra e Imagen (nos dejó dicho en Nova Express) escriben el mensaje que tú, eres en hojas incoloras, que determinan toda carne". Su mensaje, la escritura de Burroughs, consistió en el reto de ver hasta qué punto puede hacerse que se produzca algo, es decir que algo realmente nuevo se produzca, liberar el acontecimiento, tal fue la tarea literaria que se impuso.En lo que respecta a su propia vida, se impuso una tarea aún más ardua. Si Kafka escribió "fuera de aquí, tal es mi meta", Burroughs no le fue a la zaga: "Desde mi llegada hace unos 500.000 años he tenido un solo pensamiento en mi mente. Lo que llamáis historia de la humanidad es la historia de mi plan de huida. No quiero amor. No quiero perdón. Todo lo que quiero es salir de aquí".

El underground que un día yo fui, el discreto compañero de viaje de Martín Lendínez (un seudónimo) y de Mariano Antolín Rato -los introductores hace 21 años de la obra de Burroughs en España-, quedó impresionado con aquellas primeras líneas de El almuerzo desnudo que hoy son leyenda: "Desperté de la Enfermedad a los 45 años, sereno, cuerdo y en bastante buen estado de salud, a no ser por un hígado algo resentido y ese aspecto de llevar la carne de prestado que tienen todos los que sobreviven a la Enfermedad" y añadía en aquellas hojas incoloras que determinaban la carne de lo que en esos días me pareció un novedoso mensaje: "El título de este libro, El almuerzo desnudo, significa exactamente lo que las palabras dicen, hablan de ese instante congelado en el que todo el mundo ve lo que hay en la punta de cada tenedor".

Hoy ya todos sabemos que no hay un solo mensaje que pueda ser novedoso. Como muy bien observó en su momento Miguel Morey, la tarea literaria que se impuso Burroughs le llevó a medirse con lo inesperado, buscando asumirlo, intentando producirlo en la tradición de quienes antes que él y desde siempre han tratado de pensar el acontecimiento: desde Heráclito hasta el fragmento de Walter Benjamin ("sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza") que Marcuse tomó como lema, y que acabaría en emblema de buena parte de los undergrounds norteamericanos, esos artistas radicales que hoy, al igual que otros mensajeros de la desesperanza esperanzada -los punks, por ejemplo, hijos naturales de la literatura de Burroughs), lloran el encuentro del escritor con las hojas incoloras de la muerte y del instante congelado.

Hoy, cuando los beats, los undergrounds, los punks y la aristocracia del rock parecen pasados de moda precisamente porque no lo están, pues se inscriben en la inconmovible tradición de arriesgar lo máximo posible para, sin amor ni perdón, salir de aquí, de este mundo infernal de final de siglo, donde son rareza y excepción aquellos que no piensan dejar a la intemperie, hoy menos que nunca, la exigencia de Burroughs de aprender un nuevo lenguaje que en realidad es muy viejo pues, como él nos dejó dicho, quizá la escritura tan sólo habite un socavón y ahí precisamente resida su soberanía.

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