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Aznar pide no dilapidar la riqueza natural en la apertura de la II Cumbre de la Tierra

Greenpeace critica el poco interés del Gobierno español por el medio ambiente

Los mismos discursos que hace cinco años en Río de Janeiro, pero esta vez con un epílogo la constatación de que poco se ha avanzado desde entonces. Así comenzó ayer en Nueva York la Asamblea General Extraordinaria de Naciones Unidas que analiza los resultados de la Cumbre de la Tierra celebrada en 1992 en la ciudad brasileña. "No podemos sentimos satisfechos de lo ocurrido desde Río", dijo José María Aznar. Greenpeace aprovechó la presencia de Aznar en Nueva York para criticar "la falta de interés por el medio ambiente del Gobierno español".

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Hace cinco años, más de un centenar de jefes de Estado o de Gobierno y ministros de todo el mundo se reunieron en Río de Janeiro en la primera Cumbre de la Tierra. Allí dejaron un montón de promesas para limpiar la atmósfera y salvar los bosques, ríos y mares del planeta. Desde ayer, muchos de ellos, o sus sucesores, se reúnen de nuevo en un Nueva York al que su presencia añade más nervios, más atascos de tráfico y más ulular de sirenas. Tienen poco que celebrar."Tenemos que unimos para afrontar el desafío del cambio climático y proteger los bosques del mundo", dijo el vicepresidente norteamericano Al Gore en su discurso de bienvenida. Era una declaración puramente retórica. Pese a su militancia en el ecologismo, Gore es el número dos de un país que ha incrementado sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) en un 13% desde la cumbre de Río.

Aznar se presentó así ante la Asamblea General Extraordinaria: "Vengo de una tierra de ecosistemas frágiles, a las orillas de un mar amenazado, y de una población que históricamente ha mirado al cielo en busca de lluvias redentoras de la sequía". Según el presidente del Gobierno español, que viajó a Nueva York junto con la ministra de Medio Ambiente, Isabel Tocino, "nos acercamos a un cambio de siglo para cuyo recorrido no existe ni ruta trazada ni una cartografía precisa"."Hemos constatado", dijo, cómo una naturaleza que históricamente se consideró duradera e inagotable es vulnerada y limitada. No tenemos derecho a dilapidar recursos de los que estaríamos privando injustamente a nuestros hijos".

La presencia en Nueva York de Aznar fue aprovechada por la sección española de Greenpeace para difundir un comunicado en el que se dice: "Ni en los grandes temas internacionales, como el cambio climático, ni en los problemas ambientales nacionales, el Gobierno de Aznar ha mostrado voluntad de dar prioridad a frenar la destrucción del medio ambiente". España, según Greenpeace, pretende continuar aumentando sus emisiones de CO2 hasta un 17% en el año 2010. "La actitud del Gobierno español ha sido determinante para que la posición de la Unión Europea ante la próximo reunión del Convenio de Cambio Climático se quede en un 7,5% de reducción para el año 2005, muy lejos por tanto del necesario 20%", denuncian los ecologistas. La cumbre de Nueva York pretende repasar lo conseguido desde Río en materia de reducción de las emisiones de CO2, que provocan el efecto invernadero y el cambio climático, y de protección de la diversidad biológica, especialmente de los últimos bosques vírgenes del planeta. Puede adelantarse que la conclusión es pesimista.

Ayer estuvieron en Nueva York los líderes europeos que participaron en la cumbre de los Ocho de Denver, donde criticaron a los anfitriones norteamericanos por su actitud en el asunto de la reducción de emisiones de CO2. El presidente francés, Jacques Chirac, llegó a decir: "Estados Unidos es el país más contaminante del planeta". Y es que los europeos intentaron en Denver que los norteamericanos se comprometieran a reducir sus emisiones contaminantes, pero sin el menor éxito.

Con tan sólo el 4% de la población mundial, EE UU produce más del 20% de los gases que provocan el efecto invernadero. Pese a sus reiteradas declaraciones ecologistas, Clinton y su vicepresidente Al Gore temen presentar al Congreso planes concretos para disminuir las emisiones de las centrales eléctricas, los vehículos de motor y las calefacciones domésticas de EE UU. Los norteamericanos están acostumbrados a gastar mucha energía y barata, y se oponen al establecimiento de cualquier tasa que grave su consumo.

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