Encarnizados combates en el este de Zaire
ENVIADO ESPECIAL Goma, la capital de la provincia zaireña de Kivu Norte, al oriente del gigantesco Zaire, vuelve a arder. El alto el fuego promulgado por los rebeldes banyamulenges (tutsis zaireños) pasó ayer a mejor vida, tras los encarnizados combates al oeste de Goma con tropas y milicias hutus del antiguo Ejército ruandés. Los choques se centraron en tomo al campo de Mugunga, a una treintena de kilómetros al noroeste de Goma, cuartel general de las derrotadas tropas M antiguo régimen ruandés. Por otra parte, una cuarentena de ciudadanos europeos, en su mayoría belgas, se encuentran retenidos en Goma desde el sábado por los rebeldes banyamulenges, según se supo a última hora de ayer.
El ministro de Exteriores de Bélgica, Erik Derycke, declaró que eran todos de nacionalidad belga y que no estaban amenazados de muerte. Sin embargo, entre los "secuestrados" figuran también el cónsul francés en Goma y ciudadanos de otros países europeos. Al parecer, los rebeldes les exigen fuertes sumas de dinero y parte de sus bienes para abandonar la ciudad.Centenares de zaireños que huyen por el lago Kivu. en todo tipo de embarcaciones de Sake, un pueblo situado a escasos kilómetros de Mugunga, relatan numerosos casos de cólera y hambre entre los refugiados, y feroces combates entre milicias hutus y rebeldes tutsis.
Al parecer, parte de los refugiados se encuentran entre dos fuegos: a sus espaldas, los milicianos y antiguos soldados ruandeses han instalado puestos defensivos, y desde allí disparan con todo lo que tienen sobre la primera línea de defensa de los banyamulenges. Pero las noticias son contradictorias e incompletas sobre los centenares de miles de refugiados que han huido de los campos enclavados como un rosario maldito siguiendo la frontera este zaireña, que linda con Burundi, Ruanda y Uganda.
Fotos realizadas desde un avión de la agencia Associated Press, que fue tiroteado el miércoles, muestran a unos 300.000 refugiados a pocos kilómetros al noroeste de Mugunga. Buena parte del más de un millón de refugiados ruandeses llevan hasta tres semanas sin recibir alimentos ni agua potable.
Mantener el escudo
Lo que parece claro es que si bien por una parte las milicias ruandesas quieren mantener a toda costa el escudo humano que suponen los refugiados, que les ha permitido huir a toda persecución por el genocidio de 1994, los banyamulenges han jugado bien la carta del drama humanitario para obtener beneficios políticos.
La primera ayuda distribuida el miércoles entre los habitantes de Goma, que provocó grandes disputas, no supone sin embargo que los pasillos humanitarios hacia los refugiados estén preparados. Será necesario que la fuerza multinacional haya sido desplegada sobre el terreno, algo que en el mejor de los casos podría empezar a vislumbrarse a lo largo de la próxima semana, para que los refugiados empiecen a ver paliadas sus atroces condiciones.
La comida y las medicinas que llegaron a manos de algunos habitantes de Goma no alcanza de momento a Bukavu, la capital de Kivu Sur, donde los banyamulenges siguen negando el paso a las organizaciones humanitarias que cada día intentan cruzar la frontera, sobre todo Médicos Sin Fronteras, que ayer volvió a chocar con la burocracia rebelde. [Esta organización precisó ayer desde Madrid que, teme que puedan estar muriendo cada día mil personas y no mil niños, como aseguró el día anterior uno de sus portavoces.]
Un responsable de inmigración, tocado con una gorra del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, aseguró que mientras "el presidente de la República", es decir, Laurent Desiré Kabila, "no regrese de Goma, no se abrirá el paso fronterizo a la ayuda humanitaria".
Laurent Kabila, líder de los banyamulengues, saludó ayer el despliegue de la fuerza multinacional, pero advirtió que en ningún caso sus tropas cederán el control del principal aeropuerto de la zona, el de Goma, a tropas extranjeras.
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