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"Pueden más los culebrones que la Academia"

Gregorio Salvador anuncia para el año 2000 el Diccionario Hispanoamericano

Para el año 2000 estará terminada la primera edición del Diccionario Hispanoamericano que prepara la comisión permanente de la Asociación de Academias de Lengua Española, cuyo presidente es el académico granadino Gregorio Salvador. Agrupará todos los americanismos y será complementario del Diccionario de la Real Academia Española, donde permanecerán exclusivamente las voces de interés general. Aunque el uso del lenguaje cambia y la llegada de los culebrones a la televisión está convirtiendo en palabras corrientes lo que hasta ahora se tenía por estrictos americanismos.

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No se sabe si sería ardua empresa o utopía que un solo diccionario agrupara el español, americano o no, que se habla en el mundo. Quizá mejor así que dispersarlo en diccionarios monográficos o especializados. Pero el académico Gregorio Salvador es de distinta opinión. "No se trata de restar al Diccionario de la Academia el español de uso sino limpiarlo de aquellas adherencias que no son si no localismos y a veces simples curiosidades. Por ejemplo, 'nombre que se da a determinado insecto en la selva amazónica".La asociación de academias hispanoamericanas viene funcionando desde hace unos 30 años y tiene una comisión permanente constituida por tres académicos hispanoamericanos y dos españoles. Uno de éstos es el presidente y uno de los hispanoamericanos es el secretario general. En la actualidad desempeña esa función Humberto López Morales, académico puertorriqueño, cubano de origen.

La comisión permanente, en opinión de Gregorio Salvador, ha sido fundamental para mantener la unidad del español: "Es importante que las distintas academias estén de acuerdo y cuenten con un organismo coordinador para el estudio de una lengua como la española, que es la más hablada en toda la historia de la Humanidad".

"La unidad lingüística es muy difícil de mantener", añade Salvador. "Las lenguas se han ido produciendo por partenogénesis: se deshacen, se fragmentan, y luego se relacionan. Esta última tarea es ardua. Pero en el presente momento histórico, con la facilidad de intercomunicación, cuanto más siglos se pueda mantener la cohesión y la unidad lingüística, mejor para quienes la hablan. La lengua -de la que se quiere hacer símbolo, bandera, seña de identidad y todas esas historias- no es más que un sistema de comunicación; y, como tal, lo importante es que esté en buen uso y permita la intercomunicación entre sus usuarios.

Momento crucial para el español es cuando se produce la emancipación de los pueblos americanos. Así lo afirma Salvador: "Si a principios del siglo pasado, en vez de imperar las ideas de la Revolución Francesa hubiera imperado el desorden mental de estos tiempos, apaga y vámonos. Había una idea muy clara en los próceres americanos -fundamentalmente el humanista Andrés Bello- de que se podían cortar las amarras políticas y obtener la independencia, pero nunca renunciar a la unidad idiomática.

- En el congreso de academias que se celebró en España el año 1955 ya cuajó la idea de la comisión permanente. Empezó a funcionar en 1966 y se estableció en Madrid.

Chévere

De entonces acá, cada vez son más las palabras americanas que estaban desusadas en España y se han incorporado a la conversación corriente, con mayor intensidad en los últimos años. "Mucha gente no tenía ni idea de la existencia de esa modalidad de español", observa Salvador, "y ha pasado a formar parte de su dominio pasivo del idioma. Pueden mucho más los culebrones que la Academia. Chévere -estupendo- ya lo oye uno por ahí; por ejemplo, unas chicas que miran un escaparate y dicen: "Qué zapatos tan chéveres". Eso era impensable hasta que aparecieron los culebrones en la televisión.

La impresión de que el español de uso es más rico en América que en España la confirma el académico: "Efectivamente, se da un mayor esmero, vigilancia y hasta orgullo en el uso de la lengua. En tiempos fui dialectólogo de campo y me dediqué a hacer encuestas a la gente. Recuerdo que en los confines de la guasteca potosina mexicana conocí al indio don Pablito Cortés, que era analfabeto y sin embargo se expresaba en un español que parecía sacado de la literatura del Siglo de Oro. Le dije: 'Qué bien habla usted, don Pablito'. Y me contestó: 'Aquí se habla harto buen español'.

Experiencias similares las ha tenido Gregorio Salvador en España, sobre todo entre gente no precisamente ilustrada. Cuando recorría Andalucía para el Atlas léxico vivió peripecias muy divertidas que comentan sus colegas, incluida una noche que hubo de pasar en un calabozo, no por nada delictivo sino porque en el pueblito donde pernoctaba ése era el único sitio donde podía dormir y lo hizo acompañado de guardias municipales.

"Entre esas anécdotas, que son ciertas, me encontré con informaciones de un inestimable valor. Había personajes inequívocamente analfabetos pero inteligentísimos que, al responder a mi encuesta, tomaban conciencia de su propio conocimiento".

"Las palabras", comenta Salvador, "no tienen significado en su relación con la cosa sino con las otras palabras, que establecen la diferenciación. Bueno, pues esto, fruto del pensamiento de la intelectualidad, me lo resumió en rústica gaditana un campesino de Facinas. Se llamaba Curro el Pilaro, tenía 60 años y era analfabeto. En plena encuesta, mientras repasaba detenidamente en mi cuaderno las palabras que había anotado, me dijo: 'No ce decinquiete usté, maeztro, porque toas las palabras que tiene usté apuntás las tengo yo en la cabeza y cada una jalará la que tenga que jalar".

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