Aniversario
El domingo pasado fue el aniversario de la desaparición de Ramón García y Dolores Iglesias. Él era gallego y tenía una tintorería en Buenos Aires. Su mujer, argentina, era hija de españoles. El 6 de octubre de 1976 llamaron a su puerta a las tres de la madrugada y no era el lechero de Winston Churchill. "Te aseguro que ellos no habían hecho nada", cuenta ahora Mirta, la hija. Ella y su hermana sí hicieron: la hermana, abogada, defendió a presos, y Mirta colaboró con una asociación vecinal. Dos actividades legítimas por las que, sin embargo, tuvieron que exilarse para salvar la vida. Mirta cree que se llevaron a sus padres por tener unas hijas revoltosas. Y que para cuando descubrieron su inocencia era demasiado tarde: probablemente ya habían sido torturados y eran testigos del horror. Además, claro está, del asunto del dinero.Porque la dictadura argentina robó a los desaparecidos. Por ejemplo, se quedaron con los dos coches de los padres de Mirta y con el dinero de las cuentas bancarias. Los criminales políticos siempre actúan en el fondo por el botín: no son unos fanáticos, sino unos chorizos. Así que en Argentina se mató para robar, de la misma manera que los asesinos de los GAL no son unos patriotas, sino unos ladrones. Incluso los nazis, pese a su gran aparato ideológico, exterminaron a los judíos para apropiarse de sus riquezas, como lo demuestran las revelaciones sobre el oro del III Reich. En Argentina, por aquel entonces, hubo 297 desaparecidos españoles. Pero en España estábamos mirándonos el ombligo de la transición y no hicimos nada. Ahora Mirta tiene la esperanza de que Garzón consiga lo que ya han conseguido otros países con medidas judiciales similares: que los asesinos no puedan salir de Argentina. "Para mí lograr eso ya es justicia", explica, emergiendo, de veinte años de negrura.
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