Acaba la reunión ballenera con un portazo de Noruega, que se niega a dejar de cazar
La veda mundial sigue, pero noruegos y japoneses continuarán matando rorcuales
El veto a la caza de ballenas sigue, pero la 8º reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional concluyó ayer en Aberdeen (Escocia) de forma tormentosa. Aunque después volvió, Noruega dejó la asamblea sin dar explicaciones, poco antes de que fuera aprobada una moción que critica a este país y a Japón por matar rorcuales aliblancos (las más pequeñas dé las ballenas) -este año cazarán unos 800 entre los dos-, y les pide que abandonen del todo su captura comercial. EE UU retiró su petición de que los indios makah maten cinco ballenas grises en el Pacifico.
Noruega acudió a Escocia con un sonoro estudio científico bajo el brazo, avalando su deseo de seguir haciéndolo. Según sus cálculos, hay unos 118.000 rorcuales aliblancos -conocídos intemacionalmente por el nombre inglés de minke- en el Atlántico noreste. A finales de los años ochenta, la zona no contaba con más de 70.000 ejemplares. Los rorcuales aliblancos miden unos 30 metros de longitud, se alimentan de peces y plancton y son arponeados a bordo de barcos de tamaño mediano.Aunque las cifras obtenidas han pasado la criba del comité científico de la Comisión Ballenera, Greempeace duda de su precisión. "No hay que descartar que se hayan inflado los datos, puesto que hay incentivos para ello", ha dicho Jerry Leape. El comisario ballenero noruego en la reunión, Kaare Bryn, era hasta ayer contundente en su defensa del informe: "Nos congratula el reconocimiento de la Comisión. Por fin se ha demostrado que la población de rorcuales aliblancos va en aumento".
Comercial y científica
Noruega no firmó en 1986 la moratoria mundial en tomo a la pesca comercial de ballenas. La presión internacional le obligó a abandonarla durante algún tiempo. Pero desde 1993, sus pesqueros las arponean anualmente. El estricto sistema de cuotas que aplica y el informe presentado ahora hacen muy difícil que se le pueda convencer del peligro que corren los cetáceos. El año pasado cazó 217 y este año 425; sus expertos creen que dicha cifra puede aumentar.El caso de Japón es distinto. Tokio sí apoyó hace una década la prohibición, pero captura en torno a cuatro centenares cada año en el Antártico con "fines científicos"; a pesar de que desde el año pasado las aguas antárticas están catalogadas como un santuario para las ballenas. También captura rorcuales aliblancos, de los que dice que hay allí unos 750.000. De su intervención en Aberdeen se deduce que piensa seguir haciéndolo e informará a la comisión de los resultados obtenidos. Como Noruega, sostiene que no puede impedirse la explotación de un recurso natural, siempre que se mantenga el equilibrio de la especie.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) ha advertido ya que estas "brechas" en la moratoria de la veda son muy peligrosas. "Cada país puede acabar aplicando sus propias normas en lugar de acudir al foro internacional", señala Cassandra Phillips, portavoz de esta organización conservacionista.
La Comisión Ballenera Internacional, un organismo que se creó para el reparto de cuotas de caza de cetáceos, se convirtió con los años en una organización conservacionista integrada por una treintena de países; entre ellos, España, que ya abandonó la caza de ballenas y ahora defiende la prohibición.
Tribu makah
Así las cosas, la decisión de Estados Unidos de retirar su petición en nombre de los makali fue recibida con entusiasmo. Dicha tribu suma ahora 1.600 miembros y lleva 70 años sin pescar ballenas grises en el Pacífico. La Comisión Ballenera no cree que las necesite ahora para sobrevivir o para incluirlas en su dieta.Los makah que acudieron a Escocia recordaron que su tradición ballenera tiene 1.500 años de antigüedad. También creen que hay unos 23.000 ejemplares, "suficientes para reanudar la caza". La petición se inscribía teóricamente dentro de excepciones al veto para "cazas de subsistencias para comunidades aborígenes", como las permitidas en Alaska y Groenlandia.
Frente a cualquier intento de ablandar la prohibición, los países que optan por continuar con la moratoria y las organizaciones ecologistas manejan el mismo argumento: las poblaciones de ballenas son muy vulnerables a otros problemas como la creciente contaminación de los océanos, con lo cual no resulta nada recomendable permitir que, a ese peligro, se añada también el de la caza humana. Además, una vez que se permite vender carne de ballena, pueden acabar en el mercado incluso las escasísimas ballenas azules.
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