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LA CUMBRE DE FLORENCIA

Los Quince entierran el plan de empleo de Santer

ENVIADOS ESPECIALES Los 15 líderes de la Unión Europea (UE) dieron ayer la puntilIa al Pacto de Confianza para el Empleo propuesto por el titular de la Comisión, Jacques Santer. Cuatro ministros de Economía se conjuraron en la madrugada para asestarle el último golpe. Atrajeron al gran padrino de la Unión, el canciller alemán Helmut Kohl, quien retiró su prometido apoyo a la Comisión: la cumbre paralizó la aprobación de los 192.000 millones de pesetas que Bruselas pretendía dedicar a las grandes redes de transporte transeuropeas y colaborar así en la generación de empleos. "Yo quería que la cumbre tomara hoy una decisión", lamentó Santer.

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Los máximos dirigentes de la UE bloquearon ayer la última propuesta cuantificada que todavía coleaba del Pacto de Confianza, los 192.000 millones para ayudar a financiar la construcción de las redes transeuropeas de transporte. Son los catorce proyectos aprobados hace dos años en Corfú, entre los que figuran el enlace ferroviario de alta velocidad entre España y Francia (desde Madrid por el País Vasco y por Cataluña) y la línea entre Lisboa y Valladolid, en principio una autopista que ayer se modificó convirtiéndose en conexión multimodal (carretera, tren, barco).Los líderes vaciaron así al Pacto de todo contenido concreto, aunque aplaudieran sus directrices filosóficas. "Santer ha perdido la batalla del empleo, pero merece una medalla por habernos ayudado a ganar la guerra de las vacas locas contra Londres", ironizó un alto diplomático alemán.

El presidente de la Comisión había prometido que "Florencia sería al empleo lo que Madrid a la moneda única" y constituiría la ocasión para que los líderes puentearan a sus ministros de Economía, obsesionados por déficit público y recelosos con su plan. No hubo tal. Kohl se inclinaba en la tarde del viernes a apoyar el dinero para las redes. "Pero quiero saber exactamente de dónde se obtiene la financiación", precisó.

Los ecofines (ministros de Economía y Finanzas) temieron que Santer les ganase por la mano. El alemán Theo Waigel se decidió a conspirar. Convocó, por la noche, a sus colegas holandés, sueco y británico. Decidieron que propondrían a sus jefes que no aprobasen la propuesta y la remitiesen al Ecofin, donde podrían paralizarla a placer puesto que ellos solos constituyen minoría de bloqueo. Ayer, la banda de los cuatro logró colar su consigna. La propuesta de la Comisión pasará a los ministros, que decidirán "de acuerdo con la exigencia de rigor presupuestario y siguiendo los procedimientos correspondientes". Habían vencido.

"Tengo un lamento", declaró Santer, pues "yo quería que el Consejo Europeo tomase hoy la decisión" financiera, "pero un pequeño número de delegaciones no estaba preparada para ello". No se trataba de una cuestión de preparación, sino de profunda divergencia. Los Quince se han decantado por la rotunda inflexibilidad en la política de rigor presupuestano y por no permitirse ni una brizna de acciones aparentemente keynesianas. Aparentemente, porque la propuesta de Bruselas no exigía nuevas contribuciones nacionales, sino una reorganización de los gastos del capítulo 3 del presupuesto comunitario (investigación, gastos sociales y culturales), una vez fracasada la idea de extraer el dinero de los sobrantes agrícolas, dados los gastos añadidos por la crisis de las vacas locas.

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Escepticismo

"Soy escéptico sobre la idea de nuevos programas europeos para el empleo porque no hay dinero y Alemania ya pecha con el 30% del presupuesto", dijo Waigel alardeando de su victoria. La fractura toca una fibra más sensible. Gana terreno la idea de que Europa no puede ni debe añadir nada a la lucha contra el paro que realice cada Estado miembro. "Cada país debe defenderse sólo porque en cada país el problema tiene un perfil distinto", añadía Waigel. "Es una prioridad de los Estados; la responsabilidad nacional en este asunto debe ser muy fuerte", avaló Kohl, aún dejando una rendija abierta, porque la discusión de los Quince sobre este asunto "no ha acabado". "La materialización de detalle ha quedado en un veremos", confirmó José María Aznar.El presidente francés, Jacques Chirac, pretendió consolar a los decepcionados, alegando que "no hay varitas mágicas contra el paro, un fenómeno nuevo del que ya hablamos mucho entre nosotros, lo que ya es algo positivo". Y el primer ministro italiano, Romano Prodi, que se apuntó un éxito al resolver la crisis de las vacas locas, quiso salvar el funeral del empleo diciendo que la cumbre había "puesto en la primera página el problema del trabajo". En efecto. Pero con notas de réquiem.

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