Cartas juveniles de Borges salen a la luz, a los diez años de su muerte
Reediciones y homenajes recuerdan al escritor argentino
Las chicas suizas le parecieron al adolescente Jorge Luis Borges un horror y apestosas; por tanto, le fue difícil encontrar novia a su gusto, y en aquellos años se enamoró de una checoslovaca fea e inteligente y de la novela Crimen y castigo, de Dostoievski, según consta en sus cartas desde Ginebra a un amigo de Buenos Aires. La publicación de esta correspondencia juvenil por el diario La Nación constituye una de las principales novedades del décimo aniversario de la muerte del autor argentino de mayor proyección internacional.
Borges murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra, a los 87 años de edad, legando una obra sobresaliente, en ocasiones polémica y difícil. En la efeméride subió su cotización, Emecé reedita un diálogo de varios días con Ernesto Sábato, se recuerdan aspectos nuevos de la vida del escritor, y María Kodama confiesa por qué lo amó: por su dignidad, por su pudor y porque era libre. También explicó las razones del viaje a Ginebra para morir: "María, no dejemos que empapelen las paredes de Buenos Aires con mi muerte", pidió en la agonía.El empresario Alejandro Vaccaro ha cedido al diario porteño, del que Borges fue colaborador, cartas inéditas, manuscritos enviados desde la capital donde el poeta, adolescente se confiesa con un compañero de escuela, Roberto Godel; redacta sustituyendo la "y" por la "i", y se permite otras licencias ortográficas. Tenía entonces 18 años.
En Suiza son tan ignorantes sobre la R. Argentina que mi maestro me preguntó si yo había visto indios patagones, y se quedó admirado cuando le dije que en mi país no había 'enormes bandas de chevaux libres'... ¡Date cuenta!, precisó en una posdata.
Transcurre la I Guerra Mundial, y los dos amigos comentan la contienda: "Yo empiezo a creer más i más en la posibilidad de una revolución en Alemania. No sé si el pueblo alemán está listo para ello. Sin embargo, algunos acontecimientos recientes, la tentativa de sublevación de la Flota, los motines en Berlín i el magnífico ejemplo de la Revolución Rusa me dan esperanza".
Hace 10 años fallecía el escritor, que en 1980 recibió el Premio Cervantes. Ocupa una tumba del cementerio suizo de Plainpalais. "Murió sin dolor y sin miedo. Y como había querido: en una casa", dijo Kodama en una entrevista a Clarín. Nunca se tuteó con ella. La relación fue especial: maestro y discípula.
El Premio Formentor, otorgado en 1961 por el Congreso Internacional de Editores y compartido con Samuel Beckett, catapultó a Borges hacia el exterior. Había nacido en Buenos Aires, cursó bachillerato en Ginebra, y en 1919 viajó a España. "Me entusiasma, naturalmente, la idea del viaje, primero porque tengo muchas ganas de ir a España (¡patria de mis antepasados i mi raza) i segundo pues he haraganeado mucho i le tengo miedo al examen", dijo a Roberto.
Su primer libro fue Fervor de Buenos Aires (1923): con 300 pesos de su padre imprimió 300 ejemplares. "¿Qué otra cosa pude hacer que repartirlos y regalarlos a los amigos? ¿A quién le importaba alguien que escribía poemas y se llamaba Borges?". Hoy se venden a 4.000 dólares los disponibles. En 1944 salió Ficciones (cuentos), por el que obtiene el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Editores. Fue director de la Biblioteca Nacional, y en 1956 recibe el Premio Nacional de Literatura. Publicó 12 libros de poemas; en narrativa destacan El Aleph y El Libro de arena, y en ensayo, Otras inquisiciones.
En la relación epistolar, Jorge Luis Borges comunica al querido émulo de primaria y secundaria su "odio profundo a ese farsante de Cicerón i a las raíces cúbicas algebraicas". Bioy Casares refiere cómo era su gran amigo de siempre: "Se enamoraba profundamente de cada mujer. Yo tuve muchos amores y la fortuna de que mis ex amantes son buenas amigas hasta hoy". Borges recomienda al compañero de pupitre Godel, "con lágrimas en los ojos i de rodillas", la lectura de Mirando la vida, del argentino Rafael Barret, y en otra, también de hinojos, que ni se le ocurra leer los dramas de Racine y Corneille, "pues son aburridos hasta la vereda de enfrente". Aborda el Quijote en la misiva del 11 de mayo de 1916: "Veo que estás entusiasmado con la segunda parte del Quijote, que, por cierto, aventaja de mucho a la primera"
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