_
_
_
_
GUERRA CIVIL EN LIBERIA

La fiesta es linchar al enemigo

Alfonso Armada

Liberia vive desde hace semanas enloquecidamente la hora de la muerte. Y el linchamiento del enemigo se convierte en una fiesta. Alguien dijo ayer: "Vamos. Lo van a matar". Fue uno más de los crímenes que se producen cada día en Monrovia, la capital liberiana, donde sólo ayer se registraron 21 muertos en los choques entre facciones. El joven era muy alto y delgado. La sangre le embadurnaba la cara y le encharcaba la camiseta azul turquesa. Corría en círculos dejando un rastro de sangre: pequeñas gotitas que el asfalto devoraba. Pedía piedad con las manos, pero la jauría de jovenzuelos sólo quería terminar con él. Le golpeaban con las culatas de viejos fusiles o le acuchillaban a la carrera como en una corrida popular: con bayonetas brillantes o cuchillos de cocina.

Más información
La guerra de Liberia

El coronel de los 'marines' dice que ninguna de las facciones podrá controlar la capital liberiana

21 muertos en los últimos choques en Morovia

Un niño de nueve años quiso ensartarlo con una caña de pescar. El fugitivo intentó abrirse paso hacia nosotros, pero un muchacho sin piedad, vestido con un gorro multicolor de rastafari y gafas de sol cuadradas, le cerró el paso con un Kaláshnikov, le hizo retroceder hacia el centro del grupo salvaje y le descerrajó un tiro en el vientre. Fue uno de los asesinatos del día en Monrovia, la capital de Liberia, una de las jornadas más violentas de las últimas cuatro semanas. La muerte se cotiza muy bajo en Liberia. Basta desembarcar de uno de los helicópteros artillados en la Embajada de EE UU -convertida en un fortín en tierra hostil-, atravesar los muros coronados de alambre de espino y recorrer tres o cuatro calles para darse de bruces con el mal. El joven linchado en pleno día pertenecía a las fuerzas del Frente Patriótico Nacional de Liberia, la guerrilla del señor de la guerra Charles Taylor, y fue descubierto agazapado en un sótano por guerrilleros de la etnia krahn, que ayer desencadenaron una feroz ofensiva contra las posiciones de Taylor en el barrio diplomático de Mamba Point. Pero es inútil hablar de tropas, etnias, estrategia. El pillaje y la muerte gratuita son la única razón. El joven fue apaleado y acuchillado en medio del jolgorio y el delirio criminal de un grupo de muchachos de entre 9 y 15 años. El tiro no acabó con la vida del muchacho. Tendido boca abajo, cada inhalación parecía la última y le desgarraba las entrañas mientras la sangre le subía a los labios y se mezclaba con la tierra. Los jefecillos autonombrados generales y con títulos tan vistosos como Tito, Franco, Castro o Fuck Me Quick (Jódeme Rápido) intentan poner un poco de orden en una horda sin más porvenir que la destrucción. Nadie se encargó de acortar la lenta agonía del joven partidario de Taylor. La guerra civil devora las entrañas de Liberia desde hace seis años. Pero desde el pasado 6 de abril no ha dejado de ensañarse con Monrovia, una capital creada para conceder una patria de redención a los esclavos negros emancipados en las plantaciones del sur de EE UU. Para el coronel de marines Wayne Forbush, los de ayer fueron Ios más intensos y concentrados combates" desde el pasado 23 de abril, cuando llegó a la capital liberiana. Forbush, cuyas tropas no abandonan el perímetro de su Embajada en lo que llaman tierra desolación y que día y noche vigilan con prismáticos y fusiles de mira telescópica el entorno de la legación diplomática, no cree que ninguna de las facciones en litigio tenga capacidad militar para hacerse con el control de Monrovia. Según sus informaciones, medio centenar de guerrilleros de la etnia krahn atacaron ayer posiciones de Taylor en las proximidades de Mamba Point. Haciendo uso de pequeños morteros, lanzagranadas y fusiles de asalto, la guerrilla krahn logró desalojar a las fuerzas de las inmediaciones del campo de Greystone, donde: cerca de 3.000 refugiados viven en penosas condiciones. Para Forbush, no se puede decir que: la batalla de Monrovia sea una, guerra de posiciones. Son asaltos más o menos calculados en un toma y daca continuo, en los que prima sobre todo el pillaje y la pura violencia desatada. Por lo general, hay enfrentamientos a primera hora del día. La situación tiende a calmarse a la hora del almuerzo, para retornar con nuevo fragor a las primeras horas de la tarde, cuando los guerrilleros han encontrado el modo de estimularse con drogas o alcohol. Para Forbush, parece claro que los krahn, cuya etnia integraba mayoritariamente el Ejército liberiano del dictador Samuel Doe, contra el que Taylor lanzó a su guerrilla hace seis años, tienen un mayor entrenamiento militar y aplican algún tipo de estrategia. Sin embargo, por parte estadounidense no consideran más misión que "esperar y ver". "Nuestra tarea es proteger la Embajada. No hay intenciones de cerrarla ni de involucrarse militarmente en los combates", advierte Forbush, que comanda una fuerza de casi 3.000 marines, buena parte de los cuales se encuentran en estado de alerta a bordo de varios buques anclados lejos del alcance de los fusileros liberianos. Frente al puerto de Monrovia, los 365 ocupantes del carguero ruso Zolotitsa soportan en lastimosas condiciones la falta de agua y la imposibilidad de desembarcar. Otro tanto les ocurre a los liberianos que tratan de llegar a tierra en Guinea-Conakry. A la desesperada, muchos liberianos eligieron la vía marítima para huir de una ciudad sometida a la desolación y la barbarie, donde prácticamente ni una sola casa se ha librado del saqueo. Liberia se hunde en un mar sucio y sin redención a la vista. La luz se desvanece y el estruendo de las ametralladoras parece celebrarlo una vez más.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_