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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Chernóbil, año 10

DURANTE LA madrugada del 26 de abril de 1986 se produjo un terrible accidente en uno de los cuatro grupos de la planta nuclear de Chernobil. Tres días después se detectaban los primeros efectos en los países del norte y centro de Europa, el mundo empezaba a ser informado sobre la catástrofe y un hasta entonces desconocido rincón de Uprania pasaba a formar parte de la geografía universal del horror.Unas pocas personas murieron de inmediato, pero muchas más fueron pereciendo después, especialmente entre los que se ocuparon de limpiar la enorme área contaminada y sepultar el reactor averiado bajo un inmenso sarcófago de boro, plomo, cemento y otros materiales. Pero las consecuencias del accidente se extendieron mucho más allá en el espacio y en el tiempo. Miles de kilómetros cuadrados contanúnados y evacuados y miles de personas que han enfermado o enfermarán debido a la radiación son algunas de las secuelas. Por si fuera. poco, a la destrucción causada por el accidente se añadió poco después el desorden que acompañó a la caída de la antigua URSS y al trabajoso proceso de organización de las nuevas repúblicas.

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Sabemos ahora que existen todavía una quincena de reactores del mismo tipo que el de Chernobil, inseguros y peligrosos, que no acaban de cerrarse por las compensaciones económicas que exigen los países en los que se encuentran y la renuencia de los países occidentales a hacerse cargo de dichos costes.

Desde entonces, la percepción popular sobre la energía nuclear no ha dejado de empeorar. Ya nació estigmatizada por el hecho de que la primera aplicación de esa fuente de energía fuera militar y que demostrara su tremendo potencial destructor en Hiroshima y Nagasaki. Posteriormente, el secretismo que ha rodeado siempre a los asuntos nucleares y a los accidentes que se han ido sucediendo, nunca tan graves -eso sí- como el de Chernóbil, junto con el miedo instintivo a lo desconocido, han aumentado la desconfianza hacia esta fuente de energía.

Accidentes como el de Chernóbil no parecen probables hoy, al menos en los reactores construidos y operados en el mundo desarrollado. Pero la energía nuclear no ha podido resolver todavía el problema básico (le los residuos radiactivos, seguramente el

Más preocupante de todos. Los residuos, especialmente los de larga duración, requieren, en principio, un tratamiento que los aísle de la biosfera durante decenas de miles de años, lo que supone un formidable problema para nuestra generación y las futuras. O bien se encuentra un procedimiento para neutralizarlos y hacerlos inocuos, difícil objetivo en el que los científicos están trabajando, o habrá que hacer un derroche de inteligencia y responsabilidad para garantizar su menor emplazamiento y custodia.

El problema de la energía es uno de los más básicos y más complicados a largo plazo. Es un componente esencial del bienestar, y aunque en los países más desarrollados sea preciso evitar el despilfarro, la mayoría de la población del planeta vive en la escasez. No parece realista pensar en una disminución neta del consumo. Por tanto, son la investigación, el control y la sana desconfianza de la ciudadanía las únicas garantías en la búsqueda de la energía segura.

Actualmente, el 80% de la energía primaria producida proviene de quemar combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas natural- que vierten a la atmósfera una gran cantidad de C02, un gas de efecto invernadero. Otras fuentes que siempre se han tenido por limpias, como la energía hidroeléctrica, no dejan de producir también impacto, medioambiental, y en cuanto a las llamadas energías alternativas, presentan aún serias dificultades de explotación masiva. En todo caso, no hay procedimiento de transformación energética, natural o artificial, sin efectos negativos, lo que nos obliga a hacer una aproximación racional a este problema. En todo caso, y por desgracia, Chernóbil nos ha ayudado a comprender mejor los peligros de una de esas fuentes.

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