Un huracán artístico

Desde hoy y hasta el 30 de junio se puede visitar en la sala de exposiciones de la sede madrileña de la Fundación La Caixa (Serrano, 60) la exposición titulada El grupo CoBrA en la colección del Stedelij Museum de Amsterdam, en la que se exhiben 80 obras de 14 artistas diferentes, casi todos ellos miembros del histórico grupo europeo de vanguardia o en estrechísima relación de dependencia con él. La denominación de CoBrA es un acróstico a partirde los nombres de las tres ciudades, Copenhague, Bruselas y Amsterdam, donde se originó el movimiento, cuyo corto desarrollo grupal, entre 1948 y 1950, no puede ser tomado al pie de la letra, ya que la influencia de sus ideas y miembros se prolongó fecundamente hasta llegar al mítico mayo del 68, uno de cuyos componentes ideológicos más estimulantes fue la Internacional Situacionista, en cierta manera una rama derivada del citado grupo de posguerra.Que yo recuerde, por otra parte, ésta es la primera vez que se exhibe una antológica tan ambiciosa de CoBrA en nuestro país, donde, sin embargo, sí se han podido contemplar antes muestras individuales de Appel, Alechinsky, Jom, etcétera, incluso, a veces, en el circuito comercial de galerías privadas. La ocasión que actualmente se nos ofrece de revisar en su conjunto la producción del grupo, y a través de obras de importancia como las que pertenecen a la colección del Stedelijk, es, por tanto, única y digna de ser aprovechada como se merece, sobre todo si se tiene en cuenta, que su universo plástico guardó mucha más afinidad con nuestro mejor arte de los años cincuenta que el de otros movimientos vanguardistas internacionales de aquellas mismas fechas.

La razón de esta afinidad hay que buscarla, entre otras cosas, en el sustrato surrealista y expresionista de la vanguardia española, así como el énfasis político de CoBrA, que era comparativamente mejor visto por los artistas españoles más inquietos, entonces, como se sabe, sometidos a una férrea dictadura. Por lo demás, al margen de estas afinidades excéntricas con nuestra vanguardia, el arte de CoBrA reflejó muy bien lo mejor de las inquietudes de la cultura europea de posguerra, siguiendo plásticamente el rastro de figuras como la de Dubuffet de los años cuarenta.

Obviamente, como ocurre en estos grupos, no todos sus miembros evolucionaron con similar interés, pero, de alguna manera, los nombres de Alechinsky, Appel, Jorn, Constant, Corneille o Jacobsen forman ya parte principal de la historia del arte europeo renovador de después de la II Guerra Mundial. Además, en el caso de CoBrA, que practicó un generoso potlach de energías inventivas e ideas provocadoras, su huella no se puede circunscribir a la estimación individual de la calidad artística de cada uno de sus miembros, sino que vivificó genéricamente la vanguardia artística y política de nuestro continente en unos momentos plenos de ilusión, tras el aún muy próximo horror bélico padecido. En este sentido, estoy convencido de que esta muestra no sólo enriquecerá nuestra información, sino que seguramente nos transmitirá algo de esa tonificante vitalidad que espontáneamente entonces habitaba en el mundo artístico, sin las plantillas de corrección y buena conciencia que hoy nos asedian y, me atrevería a decir, que hasta nos asfixian.