Las organizaciones humanitarias abandonan Monrovia a su suerte
Entre la mala conciencia por los heridos y refugiados que dejan abandonados a su suerte, la impotencia ante el saqueo de sus instalaciones y el miedo por los combates generalizados, las organizaciones humanitarias abandonaron ayer Monrovia, capital de Liberia, un país que se desintegra por momentos. Los 12 primeros muertos de cólera se incorporaron ayer a un paisaje de terror y desolación que empeora por momentos. La inesperada visita a Monrovia del presidente de Ghana, Jerry Rawlings, arrancó de los hasta ahora silenciosos señores de la guerra liberianos un tan inmediato como precario alto el fuego. Pero las esperanzas eran mínimas.
"Nadie impide a nadie que haga lo que le dé la gana. El caos es total. Disparan y roban sin cesar. Hay cadáveres abandonados en las calles que nadie recoge". Así describía ayer a la BBC el responsable una radio católica el panorama que vivía Monrovia. Un libanés evacuado a Dakar hablaba de "decenas, si no centenares", de cuerpos en las calles de la capital de un país que se soñó tierra de acogida para los esclavos libertós de América.Después de casi una semana de padecer el pillaje desaforado como única ley, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, la Organización Mundial de la Salud, Unicef, el Comité Internacional de la Cruz Roja, Médicos sin Fronteras y Acción contra el Hambre, entre otras, evacuaran ayer a todo su personal no liberiano de la ciudad de Monrovia.
La Cruz Roja lo lamentó así: "Dada la extrema violencia que tiene lugar en Monrovia, el CICR comprueba que ya no hay autoridad que tenga el poder o la voluntad de hacer respetar las normas más esenciales de comportamiento en caso de conflicto. Así pues, cabe temerse lo peor para la población civil de esa ciudad".
Ciudad a la deriva
Cerca de 800.000 desplazados por una guerra civil que en los últimos seis años se ha cobrado 150.000 muertos viven en Monrovia y su entorno, una ciudad a la deriva de casi tres millones de almas.
Prácticamente, ni una sola tienda o negocio de Monrovia se ha librado de la visita de hordas de antiguos combatientes. Keith Johnson, subgerente de una empresa de ingeniería que prestaba apoyo logístico a Ecomog (la fuerza de interposición africana), declaró que los supuestos combatientes "son en realidad vulgares delincuentes". Johnson, que fue evacuado a Freetown (Sierra Leona) el jueves, dijo que presenció cómo decenas de jóvenes armados saqueaban especialmente las tiendas propiedad de libaneses y luego las prendían fuego.
Tras el intento, abortado a tiros, de asaltar su embajada, EE UU intensificó ayer las operaciones de evacuación de extranjeros mediante 40 helicópteros que utilizan el perímetro diplomático, ya que el aeropuerto de Monrovia se encuentra impracticable al otro lado de una ciudad estrangulada. En total ya han sido evacuados más de 1.000 extranjeros, entre ellos Jesús María Goñi y María del Carmen Munárriz, dos misioneros españoles de San Juan de Dios que llegaron el jueves por la noche a Dakar.
Los combates fueron ayer atroces en torno al cuartel de Barclay, donde guerrilleros de la etnia krahn seguidores del general rebelde Roosevelt Johnson se escudan tras centenares de rehenes. Según relató un enfermero, en el cuartel no quedan agua potable ni medicinas y se han producido 12 muertos por cólera.
Críticas a Ecomog
El dudoso alto el fuego logrado en la noche de ayer vino propiciado por la visita a Monrovia de Jerry Rawlings, el presidente de Ghana, de quien dependen temporalmente las fuerzas de la Ecomog. Los extranjeros evacuados a Sierra Leona y Senegal se quejaban agriamente de la pasividad y en muchas ocasiones complicidad de los soldados de la fuerza de paz -nigerianos en su mayoría- ante el saqueo de Monrovia, mientras sus jefes, los señores de la guerra, guardaban un sospechoso silencio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.