El filósofo Hilary Putnam sostiene que una máquina tardaría millones de años en pensar
El matemático y pensador se muestra "muy pesimista" sobre la inteligencia artificial
Hijo de Samuel Putnam, uno de los más importantes traductores del Quijote al inglés, Hilary Putnam ha sido matemático al mismo tiempo que filósofo, ha enseñado, en tres grandes departamentos de matemáticas, de tres universidades -Princeton, Massachusetts Institute of Tecnology y Harvard-, y ha publicado más de 50 artículos sobre el tema de la inteligencia artificial. Destacado representante de la filosofía analítica, Putnam prefiere el término "ciencia de computadores" al de inteligencia artifical. "Quizá algún día en el futuro alguien pueda construir una máquina que pueda aprender o hablar un lenguaje natural, aunque yo soy muy pesimista al respecto".
Hilary Putnam es un hombre de traje gris, pero de ideas vivas y originales. La pasada semana, dictó una conferencia, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, dedicada a la importancia del conocimiento no científico. Horas antes, hablaba relajadamente ante una taza de té sobre temas importantes en el mundo contemporáneo -la filosofía del lenguaje, de la ciencia y de la mente-, subrayando de vez en cuando sus declaraciones sobre temas tan serios con risas desbordantes."Pienso que el problema de la inteligencia artificial es que ha habido una tremenda cantidad de publicidad deshonesta", dice. "Me parece que la semana pasada la revista Time titulaba en portada: 'Los ordenadores ya piensan, según los científicos".Putnam suelta una de sus risotadas. Queda claro que no se cree ese titular. "En realidad", afirma, "no existe un programa por el que una máquina pueda aprender un lenguaje natural ni siquiera al nivel de un niño de tres años". En su opinión, pretender que el reto ya está conseguido es "tremendamente deshonesto". "Los japoneses creían que era posible y se gastaron 5.000 millones de dólares en ello sin conseguir nada a cambio".Putman explica las razones de su pesimismo. "Yo y otros hemos trabajado en un campo denominado 'teoría de aprendizaje recursivo'. Hemos desarrollado programas en los que si una máquina tuviera millones de años podría, eventualmente, descubrir casi cualquier tipo de regularidad. Pero, cuando se trata de descubrimiento en tiempo real, estos programas carecen de esperanzas. Además, hay cosas a las que los científicos confieren importancia, como la simplicidad, la elegancia o la coherencia. Son esa clase de juicios intuitivos a través de los cuales los científicos eligen no detenerse en todas las posibles hipótesis, sino que cuentan con la capacidad de decirse a ellos mismos: 'mejor detengámonos en esto o en aquello'. Es decir, tomemos sólo unas pocas del vastísimo campo de posibilidades. Y no tenemos ni idea, ni siquiera un indicio, sobre cómo programar una máquina para que emita esa clase de juicios. Nunca se ha compuesto un programa serio a tiempo real para hacer inferencias inductivas; o sea, para aprender de la experiencia".
Frente a la crítica de la idea de progreso surgida en los últimos años, Putnam no es muy partícipe de ese rechazo ni siente nostalgia por la etapa preindustrial. "Creo que estoy de acuerdo con Habermas y Dewey en que la Ilustración ha producido un progreso de una sola vía, pero la solución no está en rechazar la idea de progreso ni en intentar el regreso a la cultura, de unos antepasados que tenemos la tendencia a idealizar. Parece que no reparamos en cómo era vivir sin luz artificial, enfermar sin antibióticos, ser operado sin anestesia, tener la casa siempre fría, trabajar 16 y 20 horas en el campo. El pasado no era como La casa de la pradera. Me gusta mucho Ortega y Gasset, y en La rebelión de las masas no dice que el progreso material de Europa fuera algo malo. Lo que de verdad le preocupaba, y lo que me preocupa a mí, y a Habermas, es que si el desarrollo es sólo material, sólo de poder económico, y no de pensamiento político, se produce una situación muy peligrosa,. Mientras crecen nuestros poderes, incluso con la posibilidad de destruir la atmósfera terrestre, el hecho fundamental está en que tenemos que empezar a ser más sabios políticamente; si no, pereceremos
Putnam considera dudosa la metáfora de la criatura -el progreso- que se rebela contra su creador, o, como él dice riéndose, "el mito del monstruo de Frankenstein". "Lo que hemos creado no es un ser llamado ciencia, sino que todos somos responsables de nuestros propios problemas". El filósofo considera prioritario que la sociedad se implique en la resolución de las cuestiones que plantea el desarrollo científico. "Mi propia filosofía política y moral se sitúa en una cierta forma de socialdemocracia", señala., Y sobre esta idea, Putnam insiste en la importancia de las cuestiones éticas y políticas: la ampliación de la participación ciudadana; el que se asegure que los afectados por las decisiones siempre tengan alguna participación en esas decisiones; el intento de que esas decisiones estén basadas en la información y no en la desinformación. "Esta es la única esperanza que- tenemos", afirma.
Repetir modelos
Hilary Putnam, del que se han publicado en España Cómo renovar la filosofía, Las mil caras del realismo, Representación y realidad y Razón, verdad e historia, manifiesta no creer ni en la inevitabilidad del progreso ni en la inevitabilidad de que no haya progreso. "Ambas formas de inevitabilidad", dice , "la optimista y la pesimista, me parecen extremadamente peligrosas". "No hay inevitabilidad conocida en nada de la vida humana, y creo que la historia enseña que si algo es inevitable es que la vida siempre nos va a sorprender. Yo estoy especialmente afectado porque vivimos en un tiempo en el que el capitalismo está, en muchos sentidos, repitiendo los modelos de hace cien años. Es decir, que las multinacionales se están comportando ahora como los grandes especuladores de mano de, obra del siglo pasado. Y costó mucho, en aquel tiempo, intentar suavizar el rostro del capitalismo y producir una vida más llevadera para la mayoría. Pero ahora, de nuevo, el poder corporativo ha roto las restricciones políticas, las de los sindicatos y todas las demás, y esta globalización del capitalismo es, en muchos sentidos, un fenómeno intimidatorio".
Don Quijote en su laberinto
"Mi padre amaba todas las lenguas latinas que conocía" dice Hilary Putnam, hijo del traductor que da nombre a una edición célebre del Quijote en lengua inglesa: la Samuel Putnam. "Podía hablar en latín si se encontraba con un jesuita, porque en aquellos días los curas católicos todavía lo hablaban. Recorrió el camino desde la base: sabía latín vulgar, español medieval y moderno; se aproximó al Quijote con un profundo conocimiento".Hilary Putnam, que entiende algo de español, aunque no lo habla, está convencido de que la visión de Don Quijote en su lucha por la vida inspiró a su padre para traducir. Y el matemático y filósofo da una breve e intensa interpretación de la obra de Cervantes: "Goethe, en un poema que escribió como prólogo de su Fausto, habla del "laberíntico, errado camino". Lo que Don Quijote nos muestra es este camino errado y laberíntico: si tenemos ideas, entonces cometemos errores. Y, sin embargo, resulta impensable vivir sin ideas. Nunca ha sido expresado de una forma tan bella el problema en conjunto de creer en el valor de esto y, al mismo tiempo, reconocer sus costes".
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