Tom Sharpe, turista accidental
El autor inglés espera en la Costa Brava la publicación de su nueva novela
Tom Sharpe, creador de personajes desternillantes (Wilt, sin ir más lejos), está a punto de publicar una nueva novela, Lo peor de cada casa (Anagrama y Columna), que saldrá antes en castellano y en catalán que en inglés. Mientras espera la presentación del libro, Sharpe descansa en la Costa Brava disfrazado de turista accidental. "La gente compra mis libros porque cree que son diverti¿los", comenta, "pero se equivocan: son algo más que eso".A sus 68 años, Sharpe ha optado por llevar una vida sin sobresaltos. Sus novelas se venden bien (11 millones de ejemplares en lengua inglesa), Wilt es ya un personaje universal y él continúa imaginando novelas en su línea anarco-cómica. Una vez al año huye del invierno británico, carga su coche con unos cuantos litros, un maletín de casetes y un ordenador ("estoy empezando a cidiarlo", murmura entre dientes) y viaja hacia la tranquila población de Llafranc (Costa Brava). -
"Aquí estoy muy bien", explica satisfecho ante un Campari mientras luce un sol esplendoroso. "En verano hay demasiada gente y hace mucho calor, pero ahora se está bien. En este hotel he escrito buena parte de mis dos Últimas novelas, Lo peor de cada casa, que aparecerá pronto en España, y Granchester Grind".
Un día de la vida de Tom Sharpe en Llafranc consiste en un paseo junto al mar, unos miilutos de charla con su amigo Pep, que regenta el hotel con buen humor y eficacia, y unas horas en su habitación, escuchando música, leyendo o escribiendo. Cuando escribe, lo hace en libretas de tapas rojas, con una letra pulcra que no logra enmascarar su humor corrosivo. Cuando lee prefiere a los clásicos, como Conrad, Henry James o Saki, aunque también se ha traído obras de Paul Auster y P. D. James.Maldito ordenador
"Creo que lo peor que hice en mi vida fue comprarme un ordenador", se lamenta Sharpe mientras contempla el mar. "Estuve viciado durante un tiempo, pero ahora lo estoy dejando, como si fuera un alcohólico. Me distraía demasiado. Siempre suenan bips y bops y hay que estar pensando en conservar el texto, en apretar la tecla adecuada...".
El protagonista de Lo peor de cada casa, Timothy Bright, es el último vástago de una familia adinerada, un inútil que no sabe hacer nada y que, por no saber, ni siquiera sabe de dónde viene el dinero ni para qué sirve. "Detesto a la gente como Timothy", confiesa Sharpe. "Es un yuppy, un personaje quizás demasiado plano. De todos modos, es el detonante que me sirve para disparar la acción de la novela, aunque después me decanto hacia otros personajes".
Cuando surge el tema del dinero, Sharpe dice que él lo valora en su justa medida, pero no más; quizá porque en 1971, cuando publicó su primera novela (Una reunión tumultuosa) tras ser expulsado de Suráfrica, le permitió dejar sus clases como profesor."Por el primer libro me dieron unas 3.000 libras", recuerda, "lo que me permitió dejar de ejercer de profesor. Después me ofrecieron 25.000 dólares por los derechos cinernatográficos y me compré una casa y un coche. La cifra ha ido subiendo, pero yo ya tengo todo lo que necesito".
Al preguntarle si, a diferencia de Timothy Bright, él sabe para qué sirve el dinero, responde: "Pues claro. Para ser libre. Me permite escribir lo que quiero".
Sobre su nueva novela, que desemboca en uno de esos finales caóticos que Sharpe tanto domina, señala: "Sé que es divertida, como todos mis libros, pero no me gusta que la gente se quede sólo con eso. Es también una novela con dientes afilados y eso no gusta en Gran Bretaña".En el libro aparece de refilón el pueblo de Llafranc, como punto de destino de uno de los personajes. Es, sin duda, un pequeño homenaje de Sharpe. "Lo menciono, es cierto", admite, "pero tampoco tengo intención de escribir sobre Llafranc. También menciono Uruguay en Granchester Grind, porque es un país que me encantó, un mundo que parece anclado en los años cincuenta. De todos modos, pienso que no soy un escritor de libros de viajes. Mi mundo literario es el de la invención, el de la fantasía".
No parece Sharpe muy amigo de los críticos. "Alguien los definió", apunta ya en la sobremesa, mientras saborea un carajillo después de zamparse unas gambas, "como excelentes conductores de asiento trasero: saben muy bien adónde hay que ir, pero no tienen ni idea de conducir".
"En el mundo literario británico hay muchos celos", añade sin perder la sonrisa. "De hecho, hay dos maneras de triunfar como escritor: entrando en el mundo académico dando palmaditas a otros escritores o pescando lectores con calma. Yo he elegido la segunda opción".
Después, mientras pasea por la playa soleada, Tom Sharpe lanza sus dardos afilados contra algunos de los escritores británicos que más le repelen (Jeffrey Archer es su enemigo favorito) y se lamenta de la corrupción nacida bajo los años de Thatcher. Reír para no llorar.
Babelia
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