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El creccimiento de los calamares, sepias y pulpos

Las investigaciones sobre las que se basarán los acuerdos pesqueros sobre cefalópodos

Cuando los responsables de política pesquera se reúnen para repartirse las merluzas del mar del Norte, los modelos matemáticos se ponen a trabajar: calculan cómo han variado las poblaciones en función de las capturas y cuáles serán éstas en el futuro, y los más avanzados incluso permiten a los gestores escoger entre los distintos grados de explotación a que desean someter a una especie. Pero si los recursos de la costa africana se agotaran inesperadamente, las autoridades de cada país podrían alegar desconocimiento de causa; para esas aguas no hay asesores informáticos avanzados y fiables, entre otras cosas porque no tienen suficientes datos en que basarse. Para obtener los referentes a cefalópodos, un equipo de biólogos del Centro Oceanográfico de Canarias (del Instituto Español de Oceanografía) ha criado ya tres generaciones de sepias y pronto empezarán con pulpos.Sus resultados se aplicarán ya el próximo año en una reunión de la FAO y, según Eduardo Balguerías, coordinador de proyectos del centro, "cambiarán mucho las estimaciones de biomasa que teníamos hasta ahora". Eran unas estimaciones tan primitivas que daban la razón por igual a optimistas y pesimistas. Los cefalópodos están ahora "ligeramente sobreexplotados" o "ligeramente subexplotados", según qué modelo se aplique.

El pulpo y la sepia -prácticamente desconocidas en las cocinas europeas, excepto en España, pero muy apreciadas en Japón- son, seguidas del calamar, las especies más codiciadas por la flota marroquí y mauritana, y también por los casi 150 barcos españoles que hacen mareas de varios meses en aguas del banco sahariano, Senegal, Guinea y, desde el reciente acuerdo pesquero, Mauritania. Pero "esta vez ni siquiera hubo reuniones técnicas previas a la firma", recuerda Balguerias.

Cifras de captura

"No obstante", continúa este científico, "sigue siendo muy importante poder estimar los recursos disponibles. Para que funcionen los modelos que hemos aplicado se requiere conocer el crecimiento de las especies. Como no teníamos datos exactos aplicábamos ecuaciones de crecimiento falsas, que, por ejemplo, predecían para las sepias edades de hasta cuatro años. Para mejorar la evaluación necesitábamos el tamaño de cada especie a una edad determinada, para así poder distribuir las cifras de captura por edades. Y, por supuesto, hay que saber la mortalidad natural y el número de individuos maduros para cada edad".Para la Sepia birreda estos datos ya están disponibles. Hace casi dos años los biólogos cogieron del mar una puesta y, de todas las que nacieron, 45 sepias se quedaron en los acuarios. Pronto se convirtieron en miles y rápidamente hubo que ponerse a cazar su comida: unos minúsculos crustáceos llamados, misidáceos, y camarones. Presas vivas y "en cantidades industriales", dice Balguerías. "De pequeñas son insaciables y muy exigentes. De mayores ya se conforman con caballa congelada y triturada, pero para entonces ya se han reproducido y hay que volver a empezar".

Ahora tienen 38 sepias. Han descubierto que al tercer mes de edad ya hay individuos maduros sexualmente, y que a partir del quinto están todo el tiempo apareándose. Cuando tienen un año, tras la reproducción, las hembras mueren exhaustas (un fenómeno ya descrito en cefalópodos), y los machos siguen el mismo destino pocos meses después.

Pero ¿cómo aplicar este conocimiento cuando llegan las muestras de una captura? ¿Cómo saber qué edad tienen y en qué fase de su desarrollo están si no se las ha visto crecer en casa?

Esta ha sido la parte más minuciosa del estudio. En teoría, la edad de un cefalópodo se puede saber contando los anillos concéntricos de carbonato cálcico que se depositan periódicamente en los estatolitos una pequeña pieza dura en el cerebro útil para el equilibrio. En los peces, estos anillos -que también aparecen en las escamas- se visualizan con relativa facilidad; en los calamares basta con un simple pulido y una lupa. Pero en los cefalópodos que viven en el fondo (bentónicos), como el pulpo y la sepia, nunca se habían conseguido ver.

Puliendo a mano

"Nosotros dimos con el método adecuado para verlos después de un año de trabajo. Hay que ir puliendo a mano con una inclinación, concreta, usando lijas de grano decreciente y al final de pasta de diamante para que la superficie del estatolito quede como un espejo. Y eso por ambos lados. Es un proceso muy laborioso", comenta Balguerías, que publicó esta metodología junto con su equipo el pasado año. Los estatolitos miden entre 0,5 y 1,5 milímetros y la separación entre los anillos es de micras; por ello las imágenes al microscopio se digitalizan y un avanzado programa de análisis de imagen se encarga del conteo.Con los ejemplares criados en el acuario han comprobado que en las sepias los anillos se depositan diariamente, así que ahora ya es posible calcular la edad de un ejemplar capturado contando, los anillos en los estatolitos. Lo ideal, sin embargo, sería poder estimar la edad sólo a partir del tamaño, sin necesidad de repetir el trabajoso conteo de anillos. "Esto lo haremos cuando tengamos suficientes datos, pero de la naturaleza: muestras de todos los tamaños, de distintas procedencias y pescadas en varias épocas del año. Aunque la forma de la curva de crecimiento es la misma en el acuario que- en libertad, las tallas podrían no ser extrapolables", afirma Balguerías.La siguiente meta son los pulpos, pero, sus anillos de crecimiento están aún más escondidos que en la sepia. "En los estatolitos son tan tenues que casi no se ven, así que buscamos en otras partes duras, como el pico y, la concha, vestigial", dice este biólogo.

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