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Los bosques, como ecosistemas complejos

¿Qué quiere decir sostenible con respecto a los bosques? Es una pregunta exasperantemente difícil, incluso aplicada a los temas más sencillos. Y pide interrogaciones más cruciales aún: ¿qué hay que sostener exactamente? y ¿para quién? Hay dos respuestas muy distintas: una la dan quienes ven los bosques, ya sean naturales o plantados, como una fuente de madera; la otra, quienes los ven como un ecosistema complejo con multitud de funciones ecológicas y económicas.Los primeros definen en buena medida lo sostenible en términos de rendimiento maderero, y afirman que es el único patrón cuantificable, (y económicamente, útil). Los segundos alegan que el término debería abarcar el mantenimiento de un hábitat ecológicamente valioso que por lo menos conserve algunas características del bosque natural. Este punto de vista va imponiéndose poco a poco, asumido como meta por ecologistas, científicos y, en los últimos años, gran parte de la industria maderera. Puede que sea menos fácil de cuantificar, dicen sus defensores, pero es claramente demostrable, ya sea en términos de diversidad biológica o simplemente de aspecto de los bosques, así como, de los diversos beneficios adicionales que se desprenden de un arbolado variopinto y versátil.

Cada vez más, los científicos advierten también que no se conoce lo suficiente el funcionamiento del sistema ecológico forestal como para afirmar con cierta confianza que el cultivo de árboles, en la actualidad sostenible, lo será también a la larga. Por ejemplo, los cambios en la estructura y la fertilidad del suelo y la destrucción de hongos microrrizoides, que se producen, cuando un bosque natural es sustituido por uno administrado, pueden debilitar la capacidad de la tierra para soportar sucesivas rotaciones de monocosechas de árboles. "Tendríamos que observar un cultivo administrado continuo durante al menos 200 años antes de poder decir si un sistema es auténticamente sostenible", dice Jean-Paul Jeanrenaud, experto en bosques del Fondo Mundial para la Naturaleza (en inglés, WWF).

Calidad

Por eso sorprende poco que, a falta de puntos de referencia precisos, el debate esté empezando a pasar del bosque sostenible al bosque bien administrado, que conserve y aumente la calidad forestal general. Organizaciones como el WWF y, más recientemente, el Consejo para la Administración de los Bosques, han trabajado con representantes de la industria para redactar amplias definiciones de calidad forestal. El WWF divide la calidad de los bosques en cuatro grandes apartados: autenticidad, estado de salud, beneficios medioambientales y bienes sociales y económicos.

Conforme la industria va orientándose a distinta velocidad hacia esta clase de definición de calidad forestal está empezando a aceptar un cambio en sus pautas. Hasta hace poco, al menos popularmente, se consideraban problemas forestales la preservación de los bosques del Sur y, sobre todo, de las selvas tropicales, donde la pérdida neta de árboles era la primera preocupación. Los silvicultores del Norte, en cambio, podían señalar con razón su éxito en hacer crecer más árboles de los que tallaban; en otras palabras, algo sostenible en el sentido exacto del término. La implicación era sencilla: los bosques son buenos para el medio ambiente; los árboles son bosque; tenemos más árboles, así que tenemos más bosque, luego somos buenos para el medio ambiente.

Este razonamiento se está quedando rápidamente anticuado ahora que el mercado empieza a aceptar el punto de vista, más amplio de la calidad forestal. Uno de los indicadores más claros ha sido el aumento de propuestas de certificaciones, empezando por las del Consejo para la Administración de los Bosques y ahora asumidos por organizaciones forestales desde Canadá a Malasia, e, internacionalmente, por medio de las normas de la Organización Internacional de Normalización (ISO).

Inspección

Entre los distintos programas planteados, los ecologistas prefieren el del consejo, entre otras cosas, porque es uno de los más concienzudamente elaborados y está pensado a propósito para adaptarse a diferentes países.

Desde luego, el proceso de certificación en sí mismo está lejos de ser sencillo: un procedimiento concienzudo de inspección tendrá que incluir visitas al lugar y exámenes independientes regulares de cada eslabón de la cadena de suministro. Pero un planteamiento independiente es el único eficaz.

Las industrias forestales están respondiendo con distinto grado de entusiasmo: los estadounidenses están recelosos, los nórdicos lo reciben bien, pero con cautela, y la Administración Forestal del Reino Unido se muestra muy hostil.

En el Sur, los bosques vírgenes bien administrados son la excepción más que la regla. Es preciso que cuestiones como la propiedad y el control de la tierra, la duración de las concesiones madereras y los intereses de las poblaciones indígenas sean encarados como problemas urgentes.

La industria del papel rectifica

La industria del papel y la pasta de papel ha demostrado capacidad para volver sobre sus pasos: hace una década, la contaminación de los ríos la convirtió en una paria natural estigmatizada por Ios ecologistas. Primero con la llegada de blanqueadores sin cloro y, ahora, con la de las fábricas de ciclo cerrado que utilizan avanzadas técnicas de recuperación de energía, se ha convertido en uno de los sectores industriales menos contaminantes.Suecia y Finlandia van por delante en la inversión medioambiental en este campo, mientras que la industria papelera de EE UU lleva un par de años de retraso. Como ocurre en gran parte del sector maderero, la transformación comienza por presiones del mercado: en Europa, los consumidores verdes presionan a favor de normas medioambientales más estrictas. Las fábricas escandinavas pronto se dieron cuenta de que el eslogan blanqueado sin cloro era un poderoso instrumento comercial. La subida del precio del papel está permitiendo al resto del sector ponerse al día, aunque las empresas de más amplias miras tienden al cierre de plantas blanqueadoras.

Ahora la atención se orienta a procesos del desentintado sin vertidos para satisfacer la demanda de papel reciclado.

El desafío medioambiental se encamina ya hacia los propios bosques. Entre los productores, las industrias forestales sueca y -un poco menos- finlandesa han dado ya señales de estar a la altura de este desafío. Los canadienses empiezan a moverse.

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