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La exposición 'Berlín-Moscú 1900-1950' revisa el nazismo y el estalinismo a través del arte

La muestra recoge 2.700 documentos y obras artísticas de ambas capitales

Una exposición mastodóntica con el título Berlín-Moscú 1900-1950 está abierta al público en el Martin-Gropius-Bau de la capital alemana hasta el próximo 7 de enero. Con 2.700 objetos, entre ellos 900 pinturas, se ilustran las conexiones e interacción entre estas dos capitales durante la primera mitad de este siglo en múltiples manifestaciones culturales: desde la arquitectura al cine, el arte, el teatro o la música. No se dejan de lado los trágicos contextos históricos, el nazismo y el estalinismo, que marcaron las relaciones entre Alemania y la antigua Unión Soviética en este siglo.

La contemplación de Berlín- Moscú, que se exhibirá también en la capital rusa a partir del 1 de marzo de 1996, supone un desafío a la capacidad de resistencia, física e intelectual, del visitante interesado. Con cinco horas de visita sólo se disponen de seis segundos para contemplar cada objeto expuesto. Introducirse por las rotondas del edificio sin preparación previa equivale a lanzarse a una piscina, de la que se puede salir convertido en avezado nadador o ahogado por la avalancha informativa acumulada allí.Dividida en etapas, por dos pisos y 37 salas, el visitante se ve sumergido en la atmósfera cultural de las dos capitales. Antes de la Primera Guerra Mundial (1900-1914); guerra, revolución y guerra civil (1914-1920); años de encuentros (1920-1923); el periodo de las dictaduras (1933-1941); la Segunda Guerra Mundial (1941-1945), y cuando la guerra terminó (1945-1950) son los hitos que jalonan el recorrido . El afán enciclopédico de la exposición deja quizá insatisfecho a quien busque profundizar en algún campo concreto, pero esto queda compensado con la globalidad de la información expuesta, que permite una visión de conjunto de una época tan rica en contradicciones y tensiones.

El folleto de presentación resulta una lectura indispensable y sirve de lazarillo tanto espacial como intelectual, porque permite, al mismo tiempo, no perderse por los vericuetos de la exposición y ubicarse en cada etapa histórica: "Berlín y Moscú son símbolos del surgimiento y la catástrofe en el siglo XX. Como pocas ciudades en Europa, las une una tradición de intercambios artísticos y culturales de una productividad fascinante. Al mismo tiempo, ambas capitales simbolizan el fracaso de la modernidad.

Las dos fueron los centros de los estragos del nacionalsocialismo y el estalinismo".

Fascinación mutua

La fascinación que ejerció Rusia sobre Alemania, y viceversa, viene de lejos. El poeta Rainer María Rilke mantiene una intensa relación con la familia Pasternak y fascina al joven poeta, quien luego escribió Doctor Zivago y consiguió el Premio Nobel. Por esos días, anteriores a la Primera Guerra Mundial, exponen en Berlín, la capital del expresionismo, los pintores rusos más destacados, como Chagall o Kandinsky. La intensidad de las relacio nes entre las dos ciudades se ex presa a la perfección en el hecho de que en los tiempos de la República de Weimar, "años de encuentros" los define la ex posición, vivían en la capital alemana medio millón de rusos. Se editaban revistas en ruso, se representaban obras de teatro y se publicaban periódicos. Los autores más destacados de la época, VIadímir Nabokov o Ilia Ehrenburg, vivían por temporadas en la capital alemana, donde al barrio residencial de Charlottenburg le llamaban de forma irónica Charlotengrado por la numerosa colonia rusa.En 1922 se celebra una exposición de arte ruso en Berlín en la que se pudieron ver obras de VIadímir Tatlin, Naum Gabo y otros. Dos años más tarde, en una exposición de arte alemán en Moscú, expusieron allí los alemanes Otto Dix, George Grosz y Kollwitz. En la Unión Soviética no era menor la atracción cultural por Alemania.

La Revolución de Octubre se convierte en un foco de atracción para buena parte de lo más destacado de la intelectualidad alemana, que se suma a las filas del comunismo. La llegada al poder del nazismo obliga a muchos al exilio y Moscú se convierte en una especie de tierra prometida. La imagen soñada degeneró en pesadilla. Muchos cayeron asesinados como consecuencia de las purgas estalinistas o, en conexión con el pacto Hitler-Stalin, entregados a la Alemania nazi.

La idea de esta gigantesca exposición se remonta a los tiempos anteriores a la caída del muro de Berlín. Se pretendía entonces realizar una exposición en las dos partes del Berlín dividido, pero sin incluir los elementos políticos, que no resultaban políticamente correctos a los ojos de la parte soviética. El desmoronamiento del muro de Berlín y del socialismo real ha posibilitado que esta exposición se realice sin condicionamientos en un ámbito de libertad. Los costes de la exposición se estiman en torno a los 850 millones de pesetas.

El arquitecto Daniel Liebeskind diseñó dos enormes cuñas que parten el edificio Gropius y dividen los recintos de la exposición. La idea original era hacer que esas dos cuñas saliesen incluso al exterior del edificio para señalar dos puntos de referencia concretos: una roja hacia el lugar por donde transcurría el muro que dividía a Berlín y otra negra hacia la vecina sede de la Gestapo.

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