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CUMBRE DE LA UE EN MALLORCA

Kohl desautoriza en Formentor a su ministro de Finanzas para frenar la crisis monetaria

¿Hay algo más patético que una hermandad despedazándose por una herencia? Es lo que ayer sucedió en el inicio de la cumbre informal de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) en Formentor (Mallorca). La intransigencia alemana sobre la moneda única y su diktat para marginar de ella a Italia acapararon las discusiones. Así, lo que debía ser -y aún puede serlo- una tormenta de cerebros sobre el futuro europeo empezó como una terapia de grupo para aliviar heridas. Al final, el canciller Helmut Kohl atajó la crisis proclamando su confianza en Italia, contra su ministro de Finanzas.

Las declaraciones del ministro de Finanzas alemán, Theo Waigel, quien el miércoles expulsó verbalmente a Italia de la futura moneda única y puso en duda el acceso a ella de Holanda y Bélgica no sólo fueron el Mururoa de bolsas y monedas débiles (ver sección de Economía). Actuaron también como una bomba de espoleta retardada sobre las pacíficas playas de Formentor.Aunque el primer ministro italiano Lamberto Dini dijo para la galería que el súbito descenso de la lira iba ligado a la caída del dólar y no obedecía "al efecto Waigel", se apresuró en pedir un aparte al canciller alemán, Helmut Kohl, con quien discutió 10 minutos. Le exigió una reparación en forma de declaración oficial "conjunta" para estabilizar la lira, según fuentes italianas.

El belga Jean Luc Dehaene y el holandés Wim Kok prefirieron presionar entre bastidores. Pero un alto diplomático español reflejó el clima interno: "Este Waigel es un hijo de ..., está arruinando a mucha gente". Desde Bonn, el petardista añadía a sus disculpas escritas a Dini: "No he hecho ninguna declaración oficial" al Bundestag, sino "una conversación interna". Un melifluo autodesmentido. "Todos los países de la UE tienen la posibilidad y disponen de la oportunidad de cualificarse para la unión monetaria", mediante la disciplina presupuestaria, "cuestión que deben decidir por sí mismos". 0 sea, sin diktat.

Pero la intransigencia alemana seguía desde Amsterdam, donde el ex presidente del Bundesbank insistió en que Italia no formará parte de la unión, monetaria. En la sala de reunión de los Quince -donde a petición de Jacques Chirac se dio entrada a los taquígrafos- la temperatura subía de tono. Hasta el presidente de la Comisión, el suave y bonachón Jacques Santer, recriminaba a los alemanes, sin apellidarlos: "No hay que erosionar la confianza de los ciudadanos especulando con cosas que ya están definidas y firmadas por todos", decía. No hay que reabrir la cuestión, clamaba. No hay que añadir nuevos criterios de convergencia a los acordados en Maastricht, protestaba. Eso, además de arruinar el Tratado, es ser "incoherente", porque justo ahora hay que definir no los criterios, sino los aspectos técnicos y calendario del pase a la tercera fase del ecu.

Andanada de Santer

Santer lanzó una insospechada carga contra Bonn, que viene pidiendo más rigor una vez iniciada la unificación monetaria. Recordó que, en 1991, 11 países tenían una inflación superior al 3%, mientras que hoy 10 de los Quince están por debajo de ese límite. Y que en 1993 el déficit presupuestario medio era del 6,3% en la UE, mientras este año será del 3,9%.

Mientras las gallinas reñían, el lobo aprovechaba el lío. El británico John Major, cuyo país tienen una opción de salida de la unión monetaria y defiende la geometría variable para la construcción comunitaria, pedía un estudio sobre las implicaciones para el mercado de una Europa monetaria dividida en dos: es un desafío para la cohesión política y económica, llegó a decir. Una manera inteligente de agrandar las dificultades para el ecu.

Al final, llegó la declaración de Kohl. "Italia debe estar" en la moneda única, dijo. "Tengo gran confianza en los amigos italianos" y en el momento acordado (1998) se verá quién cumple los requisitos. Tras la terapia de grupo había llegado la tranquilidad. Y González podía aparecer para decir únicamente que las tres horas y media de discusión habían sido "extraordinariamente fructíferas". Y que los "grandes desafíos" internos sobre los que más se había reflexionado eran el empleo y la seguridad interna. Mientras que la ampliación al Este -una "gran ocasión de reunificar Europa" y "una política exterior con más elementos comunes aunque siga siendo intergubernamental" eran los externos.

Más información en la página 43

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