El Papa condena a los traficantes de armas y pide mitigar la deuda externa
El Pontífice culpa a los países ricos de los problemas de África
Muchos de los problemas de África, donde "la desesperación lo invade todo", tienen su origen "fuera del continente y no están completamente bajo el control de los gobernantes locales", sostiene Juan Pablo II en sus conclusiones del sínodo africano, celebrado en Roma en abril de 1994 y que el Pontífice entregó ayer a los obispos de dicho continente reunidos en Yaundé, donde ayer celebró su primer acto de masas del viaje africano.
El Papa apela incluso al egoísmo del Primer Mundo para resolver la situación cuando afirma: "Interesa a las naciones ricas elegir la vía de la solidaridad, porque sólo así se puede asegurar a la humanidad una paz y una armonía duraderas". Esta Exhortación apostólica, un texto de 150 páginas publicado también ayer por el Vaticano, constituye el documento central del viaje que el Papa realiza en estos días por Camerún, Suráfrica y Kenia. En él se ofrece una visión cruda del continente que el jefe de los católicos ha visitado ya en 10 ocasiones anteriores. Al término de la visita actual habrá conocido 39 países africanos, siendo el último de ellos Suráfrica, donde Juan Pablo II se entrevistará con Nelson Mandela el próximo sábado."La pobreza creciente en África, la urbanización, la deuda internacional, el comercio de armas, el problema de los refugiados y los prófugos, los problemas demográficos y las amenazas que pesan sobre la familia, la emancipación de las mujeres, la propagación del sida, la supervivencia en algunos lugares de la práctica de la esclavitud, el etnocentrismo y la oposición tribal son parte de los desafíos fundamentales examinados por el sínodo", se lee en el documento.
En ese mal estado de las cosas el Papa ve también la mano de los políticos locales. "Muchas problemáticas son consecuencia de un modo de gobernar frecuentemente degenerado por la corrupción", reconoce.
Gobiernos corruptos
Y añade en otro momento: "Los problemas económicos de África se han agudizado por el comportamiento deshonesto de algunos gobernantes corruptos que, en complicidad con intereses privados locales o extranjeros, derrochan en su provecho recursos nacionales, transfiriendo dinero público a cuentas privadas en el extranjero". Frente a todos ellos, el Papa pide que los países del mundo "sepan disponer los medios jurídicos adecuados para hacer volver los capitales indebidamente sustraídos".Juan Pablo II ofrece recetas para algunos otros de los males enumerados. En relación con la deuda externa pide a las autoridades monetarias y económicas internacionales que la "mitiguen". Sobre los conflictos, de clara que "los que alimentan las guerras en África mediante el tráfico de armas son cómplices de odiosos crímenes contra la humanidad" e "implora", con el sínodo, a los países que venden armas a África que "dejen ese comercio". Para los miles de refugiados pide ayuda material, y contra el sida recomienda "matrimonio cristiano" y "castidad", al tiempo que solicita el esfuerzo de los científicos y políticos de todo el mundo.
Pero tras constatar que "en un mundo controlado por las naciones ricas y poderosas África se ha convertido prácticamente en un apéndice sin importancia, a menudo olvidado por todos", el Pontífice trata de movilizar, sobre todo, a los propios africanos, el 14% de los cuales son católicos según sus datos.
"¡África no está orientada a la muerte, sino a la vida!", les dice, para, citando palabras suyas pronunciadas en Malaui en 1989, lanzarles un "desafío a que rechacéis el camino de vida que no corresponda con lo mejor de vuestras tradiciones locales", a que miren más allá de la llama da libertad del estilo moderno", transmitida por unos medios de comunicación "dirigidos mayor mente por centros de la parte norte del mundo", que "a menudo imponen una visión desviada de la vida y del hombre
La Iglesia, en África "está decididamente al lado de los opriínidos", de los que piden "cada vez con más insistencia el reconocimiento y la promoción de los derechos y libertades del ser humano", pero, añade citando a Pablo VI, "la liberación que la evangelización anuncia no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural". "Deseo que la Iglesia continúe paciente e incansablemente su obra de buen samaritano", continúa el Papa, que insiste en que la clave debe estar en la formación, la sanidad y la familia.
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