Flotilla de remiendos contra 'force de frappe'
La flotilla para la paz abunda en héroes menores y pintorescos, que llevan su desafilo más allá del Gobierno francés y retan a las más básicas leyes de la náutica, la fisica y el sentido común. ¿Cómo se las arreglan para hacer flotar ese catamarán remendado o aquella antigualla a motor? Mururoa está en el Pacífico, una inmensidad oceánica de carácter voluble, con frecuencia feroz. Y esos cacharros, con sus correspondientes chiflados a bordo, se han enfrentado a oleajes muy severos para llegar hasta aquí.Algunos caen con facilidad. Como el Kidu, un botecillo de las islas Gambler con dos bretones y un tercer viajero aún no identificado a bordo, al que los franceses no tuvieron más remedio que apresar el domingo de madrugada. Casi a la deriva, con poca agua y apenas alimentos, el Kidu entraba y salía continuamente de la zona prohibida de las 12 millas.
La primera vez, la Marina francesa utilizó su fórmula habitual. Un mensaje por radio, en inglés, con la siguiente advertencia: "Están ustedes penetrando en aguas territoriales francesas. Cambien inmediatamente el rumbo". Y, acto seguido, otro mensaje: "Aquí un buque de guerra francés. Tenemos una carta para ustedes. Detengan los motores y prepárense para recibir nuestra lancha". La carta es una nota del almirantazgo en la que se recuerda que sus barcos harán "todo lo necesario" para que nadie se aproxime a Mururoa.
Con el Kidu se utilizó todo esto varias veces. A la tercera -o la cuarta, según las fuentes- y de madrugada, una patrullera decidió abordar al barquito de los bretones y remolcarlo hacia la isla de Hao. "Casi fue un acto de caridad", dijo un miembro de la flotilla que se encontraba a poca distancia y presenció los hechos.
Otras naves son menos inocentes que el Kidu. El Bifrost, un drakkar alemán, es auténtico heavy metal. Hay quien ha sido invitado a subir a bordo y no se ha atrevido. "No me explico cómo pueden cargar tanta cerveza a bordo", dice Bruno, reportero de la cadena de televisión pública, France 2, el único cámara en la zona. Bruno y otros dos compañeros viajan en un barco de pesca, alquilado en Tahití, y para desplazarse a otras naves utilizan una lancha neumática agujereada. De forma que uno de los tripulantes necesita dedicarse a bombear aire continuamente. Si deja de bombear, la lancha se hunde.
El Aveia es la benevolencia hecha catamarán. Un agricultor orgánico alemán, un par de holandeses bromistas, un americano en permanente estado de estupefacción y una chica que mira y calla. El Aveia partió de Puerto Rico hace ya casi tres meses y es un puro remiendo, con ropa tendida por encima y todo envuelto en pancartas antinucleares.
También puede encontrarse en torno a Mururoa un velero de la revista alemana Stern en el que viajan -por seis semanas- tres lectores entre los cientos de miles que se adhirieron a la campaña antinuclear del semanario. Los tres lectores, dos hombres y una mujer, han vomitado por la borda durante días enteros y permanecen desde ni se sabe cuándo encerrados en un casco de 15 metros. "No creo que fuera muy buena idea la de sortear este viaje. Probablemente los agraciados odiarán Stern durante el resto de su vida", comenta un periodista muy próximo a la revista alemana.
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