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Los límites de la reforma cubana

La apertura económica del régimen de Castro avanza lentamente entre frenazos y pasos en falso

El proceso de reforma económica iniciado hace dos años por el Gobierno cubano no tiene marcha atrás. Tanto los economistas más tecnócratas como los dirigentes más ortodoxos son conscientes de que las medidas tomadas hasta ahora, desde la despenalización del dólar hasta la autorización, para crear pequeños restaurantes y negocios privados, tienen su propia dinámica y generan nuevos cambios, con independencia de la voluntad de las autoridades. Sin embargo, el temor de que esta apertura provoque un caos ' económico y político similar al ocurrido en los países ex socialistas cada vez marca más los límites y contradicciones de la reforma cubana, que avanza lentamente entre frenazos y pasos en falso.El presidente cubano, Fidel Castro, lo dijo sin tápujos el 26 de julio de 1993: "Algunas de estas medidas son antipáticas, no nos gustan". El mandatario cubano, que tres semanas después firmó el primer decreto de la reforma, advirtió en aquella ocasión que, aunque estaba dispuesto a hacer todo lo que fúese necesario "para salvar la patria, la revolución y las conquistas del socialismo", estas medidas creaban desigualdades, y se adoptaban solamente porque la realidad no dejaba otra alternativa.

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Con esta filosofía y estas dudas comenzaron los cambios en Cuba. Tras el dólar vinieron otra serie de reformas. Se subieron los precios de algunos servicios, se inició. la reforma tributaria y se "eliminaron gratuidades", como medidas para sanear. las finanzas y reducir el déficit presupuestario. También se inició un proceso de reconversión, que trajo consigo una inevitable reducción de plantillas. A finales de 1994 el Gobierno autorizó la creación de mercados agropecuarios, industriales y artesanales regidos por la ley de la oferta y la demanda, en los cuales los productores pudieron vender libremente sus mercancías. En la agricultura, las gigantescas granjas estatales se parcelaron en cooperativas y se comenzó a entregar tierras en usufructo a los campesinos para que cultivasen café, tabaco y hortalizas.

Así, poco a poco, la reforma económica cubana fue avanzando hasta llegar a hoy, momento en que se hacen evidentes los límites y contradicciones de un proceso de apertura aún no bien asimilado ni deseado por las autoridades. Un ejemplo es el "trabajo por cuenta propia". En septiembre de 1993 el Gobierno amplió este tipo de trabajo a 120 Profesiones, pero prohibió su ejercicio a los médicos, profesores y profesionales. Dos años después, una resolución del Ministerio de Trabajo les autorizó a ejercerlo, aunque no en su profesión. Esto ha hecho que ahora proliferen en la ciudad los ingenieros y universitarios dedicados a la artesanía, al taxi o a la cocina, para ganar un salario cuatro o cinco veces mayor del que obtendrían si trabajasen para el Estado.

En junio, el Gobierno decidió legalizar los restaurantes privados, que ofrecían sus servicios de forma clandestina desde 1994. Sin embargo, la medida no ha sido bien recibida por algunas dirigentes locales, que se han aprovechado del discurso más ortodoxo de la revolución para obligar a cerrar este tipo de establecimientos en sus barrios. Es el caso de Miramar, Buena Vista y otros repartos del municipio Playa, donde funcionaban más de 100 "paladares". Hace un mes, el director municipal de Trabajo y Seguridad Social, Osmany Torres, ordenó a los dueños de estos locales cerrar de inmediato hasta que se les otorgase una nueva licencia, bajo la amenaza de multarles con 1.200 pesos e incautarles todos los víveres.

"Las paladares no pueden convertirse en un escalón para volver al capitalismo", dijo Torres a este diario. "Este proceso ha de ser ordenado. No se pueden cometer errores", explicó el funcionario, quien señaló que las leyes dan autonomía a los Gobiernos locales para que ejecuten las medidas cuando sean más convenientes en sus territorios. "Si los dueños de los paladares están descontentos, ése es su problema; nadie les mandó abrir un negocio ilegal", añadió.

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El doble discurso oficial, que de un lado adopta medidas aperturistas y de otro reitera cada vez, que puede que éstas no son de su gusto, crea estos problemas "de interpretación".

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