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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

De Cannes a Rabat

EL GOBIERNO español apostó desde el principio por un buen acuerdo, pesquero con Marruecos, aunque llevara tiempo conseguirlo, que no por otro más rápido pero menos favorable. Quizá no fuera ajena a esta táctica la confianza que tenía el Gobierno español en arrancar a la Unión Europea en la cumbre de Cannes unas ayudas para los países del sur del Mediterráneo, y muy concretamente a Marruecos, que deberían colaborar, o al menos así sería deseable, en ablandar la rígida posición de Rabat. Anoche, finalmente, se consiguió él objetivo en Cannes y el conflicto puede entrar en un nuevo cauce. Pero no hay que olvidar que las negociaciones llevan casi dos meses prácticamente congeladas sin avance alguno, y que ya afectan directamente a la viabilidad y calidad del posible acuerdo. Porque la espera dispara la conflictividad en el sector pesquero andaluz. Y porque las acciones de protesta de éstos afectan ya directamente a las relaciones con Rabat, y por tanto, al propio clima de la negociación, por mucho que el interlocutor -al menos formal- de Marruecos sea Bruselas y no Madrid.Es comprensible la preocupación en el sector pesquero andaluz por el amarre de sus barcos en puerto y por el estancamiento de las negociaciones. Pero el empecinamiento en utilizar medidas de fuerza contra el tránsito de productos marroquíes por territorio español no va a hacer avanzar lo más mínimo las negociaciones. Las cotidianas escenas de violencia en algunos puertos del sur español ofrecen a Marruecos un fácil pretexto para poner nuevos obstáculos al curso de las negociaciones. Las subvenciones otorgadas al amarre tenían precisamente por objetivo ganar tiempo para una negociación calmada, sin chantajes y escaladas de agresividad como las que se han sucedido hasta ahora.

Los pescadores andaluces se resisten a comprender que Marruecos tiene la sartén del acuerdo pesquero por el mango -son sus caladeros- y de lo que se trata es de que lo comparta con las flotas pesqueras, especialmente la española, que vienen faenando en ellos desde hace lustros. Eso sólo puede conseguirse mediante la, negociación, el uso inteligente de las bazas que se tienen y el hábil uso del instrumento de las compensaciones. El acuerdo se logrará cuando ambas partes consideren que responde a sus intereses. Los actos de fuerza -violencia y coaccion-, además de ilegales, alimentan la radicalización en la mesa de negociaciones y debilitan nuestras razones.

La visita relámpago efectuada el pasado fin de semana a Marruecos por el ministro español de Asuntos Exteriores, Javier Solana, ha tenido precisamente por objeto desbloquear la difícil situación de las relaciones bilaterales en vísperas de que España asuma la presidencia semestral de la Unión Europea(EU), tras el disparo de salida de la cumbre de Cannes. Y el conflicto pesquero encabeza la agenda en esas relaciones bilaterales. La versión oficial del encuentro de Solana con el rey Hassan II y su primer ministro, Abdelatif Filali, habla de prudente optimismo y de un posible saneamiento del muy cargado ambiente.

Mejoría de las formas, poco acercamiento en el fondo del tema pesquero. Porque Rabat propone unas reducciones de capturas inaceptables para España: entre el 35% y el 65%, según zonas y especies. España parte de la premisa realista de que el recorte de capturas es inevitable, como sucede en la mayoría de los caladeros bajo explotación intensiva. La Administración española. se declara dispuesta a aceptar una reducción del 15% en los tres años de vigencia del acuerdo.

Es cierto que hay que tomarse tiempo para lograr un, buen acuerdo. Pero esto no puede suponer aceptar la parálisis indefinida. Y menos aún tras la cumbre de Cannes. Serán argumentos, sin duda, que utilizará la diplomacia comunitaria, por un lado, y la española, esperemos que así sea, por otro.

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