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GUERRA SUCIA EN ARGENTINA

La difícil reconciliación nacional

Juan Jesús Aznárez

Ni las leyes de Obediencia Debida y Punto Final dictadas por el Gobierno de Raúl Alfonsín, ni el posterior indulto concedido a la Junta Militar por el presidente Carlos Menem lograron la ansiada reconciliación nacional porque la no admisión del horror causado, la intransigencia, o el temor a un nuevo golpe de apretarse el dogal, impidieron el olvido, el perdón o siquiera el diálogo.Ha dicho el general Martín Antonio Balza que en la historia de todos los pueblos, aún los más cultos, existen épocas duras, oscuras y casi inexplicables. Argentina no fue ajena a ese destino y aunque la mayoría de su sociedad, con muchas conciencias todavía insomnes, prefirió olvidar aquel trance, quienes perdieron hijos, padres, esposos o amigos en los calabozos de las tres armas no parecen estar dispuestos a ello sin recibir antes satisfacciones y una tumba donde honrar a los muertos aún no encontrados.

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El espanto provocado por la confesión del marino Scilingo, que torpemente trató de descalificar Menem acusando de "facineroso" a quien reveló la existencia y calendario de los vuelos de la muerte, conmocionó y fue ya imposible detener la posterior controversia sobre las razones y consecuencias de una espiral de violencia que comenzó en la turbulenta década de los setenta.

Oficialmente, todo concluyó cuando el país recuperó la democracia y la clemencia gubernativa eximió de toda responsabilidad penal al triunvirato salvador y los verdugos a sus órdenes. No ha sido así. El mensaje del jefe militar, quien aseguró que lo tenía pensado para el acto del 29 de mayo, Día del Ejército, no hace sino confirmar que el enfrentamiento entre argentinos, público o larvado aún existe, y que las políticas que intentaron la concordia enfriando o retrasando las reclamaciones de las víctimas a sus victimarios fracasaron. "Es ingenuo intentar encontrar un sólo culpable de uno u otro lado", ha subrayado el general, para quien aún no ha llegado el momento de la verdadera reconciliación. "Quienes en ese trance doloroso perdieron a los suyos, en cualquier posición y bajo cualquiercircunstancia,. necesitarán generaciones para aliviar la pérdida, para encontrarle sentido a la reconciliación sincera".

El Papel de la Iglesia

La Iglesia católica, en el ojo del huracán por el distanciamiento de su jerarquía durante los desmanes, piensa también que únicamente el diálogo y la razonada admisión de las propias responsabilidades facilitará el hermanamiento nacional y pacificará a sus pastores, no pocos de los cuales, con báculo algunos, fueron tolerantes o activos cómplices de la represión.

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La Conferencia Episcopal ha entrado de lleno en la polémica después de que Scilingo y sobrevivientes de la dictadura recordasen los retiros en que capellanes castrenses reconfortaban a la oficialidad encargada de aplicar la picana o de empujar al océano a los prisioneros de la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada). El vicepresidente de la Conferencia, obispo Bianchi Di Carcano, piensa que las reclamaciones de los deudos son tan legítimas como la existencia de una convivencia de justos y pecadores entre la feligresía y el sacerdocio. "La Iglesia es justa, pero también alberga en sí a pecadores". En coincidencia con amplios sectores de la Iglesia, asegura que nunca se la consultó sobre la forma de eliminar a detenidos durante la dictadura y que sería "una lástima que se la condenara diciendo que ha sido cómplice de la situación".

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