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Crítica:CINE: EL PORQUE DE LAS COSAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Irresistible ironía

Interior, día: cámara estática, frontal. Una pareja en una sofá habla: "¿Me quieres?", "¿Por qué lo dices?", y un largo etcétera. Munt y Madaula se enredan en una de esas discusiones a propósito de nada (¿de nada?) en las que cualquiera hemos caído cien veces. Sin dejar de - hablar, se enfurruñan y miran con rencor, la cámara da dos vueltas alrededor de ellos y se detiene en la posición de partida. Todo está dicho: dejan de hablar, vuelven a sus libros.El episodio se llama Fe y es una de las 15 historias que artícula El porqué de las cosas, 15 bocados de realidad llenos de humor, sarcasmo e ironía que beben de la inspiración inclasificable de Monzó y que el director -y aquí respetuoso guionista- Pons devuelve en forma de brillante película, no sólo, y con diferencia, la mejor de las suyas, sino probablemente la más redonda de todo el cine catalán en bastante tiempo. Con humildad, oficio y un cuidado cuya falta tanto le ha reprocha-. do quien esto firma en un pasado bien reciente, Pons se pone al servicio de unas historias que, inconexas entre sí, terminan tejiendo un tapíz cuyo dibujo último son el amor, el deseo, los celos.

El porqué de las cosas

Dirección: Ventura Pons. Guión: V. Pons, dobre relatos de Quim Monzó. Fotografía: C. Gusi. Música: C. Cases. España, 1994. Intérpretes: Lluís Hornar, Rosa Novell, Alex Casanovas, Silvia Munt, Anna Lizaran. Madrid: cine Madrid e Ideal (V.O.)

Con Monzó, Pons observa a hombres y mujeres con irresistible ironía, con la distancia comprensiva que da la observación y la experiencia. Fruto de ello es un diagnóstico que, compartible o no, resulta coherente en la forma en que se despliega ante 'el espectador: el amor es una forma de representación en cuyo desarrollo ceremonial está permitido casi todo, pero cuyos ejecutantes se comportan como criaturas infantiles, privadas de raciocinio. Y de este ceremonial emerge en ocasiones la figura dominante de la mujer, más inteligente, desenvuelta y madura que el hombre, tal vez porque no se engaña respecto a sus inclinaciones e incluso dependencias.

El porqué de las cosas es un excelente filme no sólo por su trama original, ocurrente y bien escrita, sino porque Pons sabe dar con la clave de su plasmación en imágenes. Fe, el episodio antes mencionado, es una cabal muestra de lo atinado de sus elecciones en la puesta en escena: un plano secuencia circular homólogo a la circularidad sin salida de la situación descrita. Pero al éxito artístico contribuyen unos actores espléndidos a los que el director saca lo mejor de sí. Da gloria ver como Lizaran y Novell bordan sus monólogos: un ejemplo entre muchos. Pons está cómodo y se le nota. Por una vez apostó fuerte y la apuesta le salió redonda: también él, por suerte, parece condenado al éxito de público que tan esquivo se mostraba,- con razón, antes.

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