Auschwitz
Me dirijo a usted sorprendido por la tesis sostenida por el autor del artículo Cincuenta años de Auschwitz, el señor Lamo de Espinosa, publicado en EL PAÍS el día 2 de febrero. Resumiendo, acusa a Auschwitz de ser sólo un símbolo que nos permite demonizar a Alemania y a olvidar el resto de las barbaries en las que este siglo ha sido desgraciadamente pródigo.Me parece falso, y cuando menos peligroso, ignorar la triste singularidad y el pico de horror que realmente significa Auschwitz, en esta Enea de violencia y muerte que se me ocurre para graficar nuestro siglo. Nunca antes y, afortunadamente, nunca después (¿aún?), se había organizado una maquinaria de aniquilación y muerte de tal envergadura y complejidad dirigida a exterminar en forma sistemática y coordinada a un pueblo y a otras minorías inferiores, según los verdugos.
En Auschwitz y demás campos de concentración y exterminio nazis se puso en funcionamiento una industria con toda la tecnología y organización propia de la época, donde por primera vez se seleccionaba claramente, se numeraba, clasificaba, experimentaba y usaba a gente inocente, civiles de todas las edades, con el fin de aprovechar su fuerza de trabajo, sus objetos personales, y hasta partes de sus cuerpos antes de proceder a su eliminación total de la faz de la tierra.
El plan tenía como objetivo inicial y prioritario a los judíos, tal vez por su afán de supervivencia en una historia que desde hace más de 2.000 años le fue siempre hostil, tal vez por el profundo sentido ético y moral de sus tradiciones, tal vez por la insistencia en su cultura de la condición reflexiva del hombre, y, por tanto, amenaza de los totalitarismos y dogmas como la doctrina nacionalsocialista y su teoría de la superioridad aria, o tal vez por todo ello. Pero el plan seguía con gitanos, negros, enfermos mentales, mestizos, latinos, y hasta llegar a un mundo sólo habitado por arios sanos.
Por todo eso, Auschwitz es una inflexión, un pico fatídico y mortal en esta violenta y triste historia de los hombres, y como tal y con el único objeto de que no vuelvan a repetirse nunca jamás, debe ser recordada en toda su dimensión en vez de equipararla a otros horrores que lamentablemente salpican la historia de los hombres.-
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