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Tarjeta de visita

En el número de febrero, recién salido, de la revista barcelonesa El Ciervo, conversan a sus anchas Lorenzo Gómis, José María Valverde, Pere Ballart, -el autor de Eironeia- y Francisco Rico sobre el triunfo mundial, en todos los terrenos, de la ironía. Poco importa que, a paso de tortuga chejoviana, le cueste a uno trabajo imaginar triunfante a forma tal, jamás patética, de deplorar que, de las muchas cosas que ocurren, no haya alguna capaz de presentarse con mejores maneras. (Por ejemplo, aunque puedan contarse aún con los dedos, eliminando de un plumazo esas preposiciones posesivas. que menudean en estas líneas previas). Lo que sí importa ahora es aquello que allí se dice que los otros dijeron.Viene a decir Valverde, volviendo a ello, que fue Hegel quien, al polemizar con Schlegel, le colocó al espíritu, bajo el ala, un irónico cascabel. Refunfuña Rico: "A mí Hegel me parece más serio que un palo; como el juez Garzón". (Tampoco hubiera sido palo de ciego comparar las ojeras hegelianas con las de Amedo). Ve, en cambio, Rico en la dicción del asturiano Campoamor fruta excelsa de nuestro paraíso, que pronto paladea de corrido: "Si, como el héroe de La Mancha, antaño / realicé por tu amor grandes hazañas, / hoy, sentado a la sombra de un castaño, / pensando mucho en ti como castañas". (Pudo la cita preocuparse de ellas, con tan sólo añadir lo que así empieza: "En su primera confesión, a Pura / ya no le dio la absolución el cura". Para añadir, remediador, un fin: "En cuanto al bien y al mal, nada hay lejano: / todo se halla al alcance de la mano").

Pasando de lo humano a lo divino, o al revés, asegura Valverde que Cristo conoció la risa: Mas Rico se aproxima a la blasfemia cuando niega eso mismo en seco, acaso porque olvida la existencia de una obra en latín, Mariale, donde el maestro Alberto Magno aclaraba, ya desde el siglo XIII y antes de convertirse en santo, que la Madre y el Hijo conocieron todo lo bueno en grado sumo, luego también la risa, la música, las artes mecánicas y hasta la gramática. Y es que, en verdad, no iban a ser menos que su servidor Elías Yanes, apóstol venturoso de la ironía, amén de confesor, en secreto, del ex ministro José Luis Corcuera. Ni menos que la anciana Sara, la cual se puso a reír como una descosida cuando el Señor le anunció a su centenario esposo, Abraham, en el encinar de Mambré, que iba a nacer su hijo Isaac. Todavía después del parto, no era raro que Sara comentase: "Me ha hecho reír Dios, y cuantos lo sepan reirán conmigo".

Muchas plagas y lluvias cayeron desde entonces a esta parte. Pero que la ironía fue ganando terreno, pese a todo, no sólo lo aseguran los animados conversadores de El Ciervo. Desde las montañas del sureste mexicano, el insurgente subcomandante Marcos contaba en una carta, el año pasado, cómo iban a celebrar en territorio guerrillero el Primero de Mayo, festividad de los trabajadores y los niños: "Nosotros celebraremos por partida doble: primero sacrificaremos a un infante (para que no haya duda de nuestra barbarie) no a los dioses mayas sino a los del Olimpo (para que no haya duda de nuestro apoyo al Tratado de Libre Comercio), yo estoy enfermito pero me cuentan que llegaron globos de colores que son un regocijo y algún amargado pregunta si están seguros que son globos y no condones. El Beto se quedó a cuidarme, dice él, y ahora le quiere poner mi pasamontañas a su perro. Para que no lo identifiquen en las fotos, dice El Beto. Después celebraremos el día lo de mayo con una fiesta bastante solemne y un baile ya no tanto.( ... ) Salud y ya dejen de jugar con las pelotas, porque van a romper el jarrón".

Se suele, a todo esto, exclamar ante lo azaroso: "¡Ironías de la vida!". Y me llega en estos momentos una carta de un niño inglés, que padece cáncer en fase terminal, al que no le gustaría morirse sin antes figurar en el libro Guiness de los récords como propietario de la colección de tarjetas de visita más grande del mundo. Fin de la ironía. Mándele usted la suya, ahora mismo, a la siguiente dirección: Graig Segold. 36 Selby Road. Carchalton, Surrey SM 51 LD. Gran Bretaña.

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