Jorge Cela regresa a Alfaguara
'Todas las ventanas' sale en la editorial que el escritor dirigió
Treinta años después, Jorge Cela Trulock compareció ayer en un acto de la editorial Alfaguara, pero ya no como director literario, como entonces (fue el primero), sino como autor: el de la obra narrativa Todas las ventanas, primer libro que publica desde 1988. En el acto le acompañaron el segundo ganador del premio que convocaba entonces la editorial, Manuel Vicent; el que entonces era un botones, militante de izquierda, Juan Madrid, que acaba de entregar a la editorial EL PAÍS-Aguilar, del mismo grupo, sus Crónicas del Madrid oscuro, y el escritor Jesús Torbado, igualmente descubierto por la editorial.
"En Todas las ventanas hay un niño enamorado de la cama... También hay un túnel..." -evocó ayer Jorge Cela-, "pero todo eso es poco importante. La literatura ¿realmente tiene importancia? A mí me importa tres pepinos lo que podáis opinar sobre este libro: a mí me ha servido. ¿Para qué? Pues para estar aquí con los amigos. Diré: 'La literatura soy yo', porque la otra me tiene sin cuidado". Estas palabras fueron pronunciadas con campechanía por un escritor de tipo simpático que luego reconoció que la literatura le importaba "algo más que tres pepinos", que se veía sobre todo intimidado, y que en cierto momento reconoció dos vanidades para el artista: la que da un público como el reunido ayer en torno suyo -"lo que pasa, es que no vas a estar montando esto todos los días"-, y la que dan "dos líneas no mal escritas".En cierta ocasión -contó Vicent-, Jorge Cela le consultó sobre la forma de terminar su obra Inventario base, en la que Cela desmenuza los elementos más insignificantes de la mediocre vida diaria: voces, desagües, radios lejanas... Vicent le propuso que terminara todo con un gran incendio. Y Cela aceptó la idea, sólo que el incendio no fue ni grande, ni acabó con todo: fue simplemente el modesto fuego de una tortilla en una sartén, que añadió unas notas en tono leve a un libro ya escrito a escaso volumen. "Este episodio clava a Jorge Cela", comentó Vicent.
El que fue primer botones de la editorial, y a quien se atribuye la idea de ponerles fajas a los libros, Juan Madrid, recordó hasta qué punto Jorge Cela era el jefe ideal: no reñía por llegar tarde, ni despedía por faltar al trabajo, se mostraba comprensivo ante el hecho de que el botones hubiera convertido el almacén de la editorial en un depósito de propaganda de extrema izquierda, y además se preocupaba si éste iba a alguna reunión clandestina.
"Cómo me gustaría volver atrás, pues no me acuerdo de nada", dijo Cela, que se definió, políticamente como "anarquista de derechas", y en otro momento quiso desdramatizar con su estilo entrecortado: "No hay virtud. Pasados los años, los hombres y las mujeres no somos más que una costumbre. Ya quisiéramos estar en Suiza, como otros, disfrutando de 700 millones, y no aquí, haciendo el tonto. Hacemos mucho el tonto en la vida".
La editorial Alfaguara fue fundada hace treinta años, con capital de los industriales Huarte, por los hermanos Cela. Según se evocó ayer, entre los méritos de esta primera época dirigida por Jorge Cela figura el haber descubierto y publicado algunas de las primeras novelas de Luis Berenguer, Alfonso Grosso, Daniel Sueiro, Jesús Torbado, Francisco Umbral y Manuel Vicent, entre otros.
Alguien intentó preguntar ayer a Jorge Cela por las relaciones con su hermano Camilo José, premio Nobel y último premio Planeta. "¿Otra vez?", preguntó, sin acritud.
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