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No más daño a sí mismos

Los granadinos, ciertos granadinos, llevan siglos dañando su propia ciudad, con una suerte de odio atávico, por lo cual no puede sorprendernos el que casi fuera arrasada, en 1975, la Huerta de San Vicente, víctima de un plan parcial de ordenación urbana. Gracias a la intervención de la familia del poeta, de numerosas figuras de las letras españolas y de los hispanistas extranjeros, tal barbaridad se pudo impedir. Pero no con ello terminarían los atentados contra la Huerta y su entorno. Uno de los últimos ha sido la construcción de la circunvalación de Granada, autovía colocada, en uno de sus tramos, casi encima de la Huerta, para complacer, según se cree en la ciudad, a Hipercor, es decir, a El Corte Inglés, situado no lejos. Hace unos años, cuando militaba al lado de otros amantes de García Lorca contra dicho tramo, varios señores de Obras Públicas me invitaron a comer para explicarme que desde la Huerta no se oiría nada, gracias a las barreras acústicas que se iban a instalar, que desde la Alhambra no se vería la carretera, que todo iría en beneficio de la ciudad, etcétera. Que vengan, que vean y que escuchen., Cuando la familia de García Lorca vendió la Huerta de San Vicente al Ayuntamiento granadino en 1985, todo eran parabienes,. Se iba a instalar una casamuseo del poeta en la Huerta, se iba a crear un bello parque; por fin se iba a hacer algo por el autor de Bodas de sangre. El parque resultante ha sido una cursilería inimaginable, aunque, qué duda cabe, encanta a muchos ciudadanos, sobre todo la fuente musical, auténticamente putrefacta (para recurrir a un término caro a García Lorca y Dálí). Ante las críticas que llovieron, los ediles se escudaron alegando que había habido un concurso en regla. Tal disculpa no servía, ni sirve. Nunca consultaron, antes de proceder a la creación del parque, a la familia García Lorca, nunca pidieron la opinión de destacados lorquistas. Como consecuencia, se han borrado valiosas señas de identidad histórica que ya, no se podrán restablecer nunca. Pienso, principalmente, en la destrucción de la casa que había detrás de la del poeta, la Huerta de San Enrique. Allí, cuando los fascistas amenazaron a la familia García Lorca el 9 de agosto de 1936, golpeando brutalmente al casero, eh cuya defensa salió el poeta, se refugió la niñera, Angelina Cordobilla, con los niños del entonces alcalde socialista de Granada, Manuel Fernández-Montesinos Lustau, fusilado unos días después. Tirar aquella casa ha sido una vergüenza -podía haber servido de museo- y da pena saber que lo hicieron no los franquistas, sino los socialistas granadinos de la nueva democracia. Qué ceguera, qué incultura. Y qué rabia. Pero es de sabios rectificar y parece ser que el actual alcalde, Jesús Quero, es más sabio que su antecesor en el puesto, Antonio Jara. Le honra tal disposición de ánimo y su empeño en hacer las paces con la familia García Lorca y la fundación que han creado. Esperemos que no tarden en aparecer los frutos de esta - nueva actitud dialogante, única digna tratándose de García Lorca, el mejor poeta granadino -y mejor embajador español- de todos los tiempos.

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