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ALARMA EN EL GOLFO

Sadam vuelve al centro de la atención mundial

Al movilizar sus tropas hacia la frontera con Kuwait, Sadam Husein no sólo ha conseguido dramatizar la situación de Irak bajo el cruel régimen de sanciones internacionales promovidas por Estados Unidos y sancionadas dócilmente por la comunidad internacional. El impredecible dictador de Bagdad también ha logrado volver al centro de la atención mundial y dirigirla hacia las consecuencias de un implacable castigo impuesto al pueblo iraquí hace cuatro años.

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Ecos de tormenta en el desierto

El régimen de Bagdad, al parecer, ha optado por auscultar la opinión de las calles, del mundo árabe y Gobiernos cada día más apacibles frente a las políticas de Washington en Oriente Próximo. Si ése era realmente el objetivo de Husein, en Bagdad lo que debe existir es una sensación de abandono. Nadie, ni siquiera los que se alinearon decididamente con Irak durante el ataque de fuerzas de 33 naciones contra Bagdad en la Operación Tormenta del Desierto, tenía anoche palabras de solidaridad para con el Gobierno iraquí.En Bagdad, anoche reinaba la calma. No se registraron las manifestaciones espontáneas de las que el régimen se ufana toda vez que quiere esgrimir el dudoso argumento de su popularidad.

¿Ha vuelto acaso Husein a incurrir en un error de cálculo? A primera vista, parece que sí. Los palestinos y los jordanos, principales aliados políticos durante la invasión de Kuwait en 1990, están demasiado comprometidos con sus respectivos proyectos de paz con Israel, orquestados por Washington, y como el porvenir se les presenta dorado, no están para apoyar a Bagdad, ni siquiera verbalmente.

La movilización de las tropas de Irak no constituye de momento una señal precisa de que Bagdad va a embarcarse en una nueva aventura. Pocos creen en que se desencadenará una nueva guerra. Bagdad ha dado a entender que su decisión de movilizar dos divisiones de la Guardia Republicana no es sino un ejercicio militar, una de las contadas prerrogativas soberanas inmunes al estricto escrutinio de las Naciones Unidas bajo la batuta de los norteamericanos. "Nadie tiene derecho a hablar sobre los movimientos del Ejército iraquí en el territorio nacional", reiteraba anoche un portavoz del Ministerio de Información desde Bagdad.

La devastadora campaña contra Irak en 1991 ha dejado a ese país sin posibilidades de acariciar las más mínimas ambiciones militares. Mucho menos contra Kuwait, el multimillonario y corrupto emirato que se cuenta entre los principales clientes de la industria bélica occidental, y que tampoco parecía tomar las cosas demasiado en serio.

Lejos de promover la alarma frente a un peligro inminente, funcionarios kuwaitíes anoche aconsejaban más bien serenidad, y las escuetas declaraciones oficiales eran un llamamiento a ignorar "las exageraciones de la prensa".

Kuwait tienen intención de comprar 16 helicópteros Apache y cohete y misiles por valor de unos 90.000 millones de pesetas a Estados Unidos, según anunció ayer el Departamento de Defensa en Washington, pero el mismo portavoz. que hizo el anuncio aseguró que la compra no tiene ninguna conexión con los movimientos de tropas detectados ayer en el sur de Irak.

Quizás la prueba más evidente de que los kuwaitíes no esperan una nueva guerra era el hecho de que ninguno de sus líderes parecían haber abandonado el país, como lo hicieron en agosto de 1990, días antes de la invasión. Irak era entonces una amenaza y cuando ésta se cumplió tomó a todo el mundo por sorpresa, menos, por supuesto, a los miembros de la monarquía de los Al Sabaj, que se esfumaron de Kuwait días antes de la agresión iraquí.

El olfato de los jeques

Los jeques kuwaitíes poseen un peculiar sentido del olfato para el peligro. Pero, protegidos por medio mundo, anoche no parecían en lo más mínimo alarmados y su sentido de seguridad no se basaba exclusivamente en la evidente debilidad del aparato militar iraquí, afectado además por supuestas fisuras en el alto mando, sino que residía más bien en la velocidad con la que Estados Unidos se brindó para defender a sus clientes del emirato.

Saddam Husein ha vuelto a recordar al mundo que, a pesar de su desastrosa derrota, no ha perdido su capacidad para transformar su protesta contra el régimen de sanciones en un toque de alarma que tiene nuevamente a los marines navegando proa al golfo Pérsico.

Otro punto sensible que se vió inmediatamente afectado por los movimientos de tropas iraquíes en el norte de Kuwait fue el mercado de crudo. La seguridad en Oriente Próximo disparó el precio del barril en Londres para entrega en noviembre hasta los 17,30 dólares (mas de 2.200 pesetas), pero al final de la sesión de ayer en el mercado londinense había bajado de nuevo a 16,30 dólares. "Es el ruido de sables", comentó un diplomático kuwaití a la agencia Reuter, "la gente toma las precauciones necesarias".

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