Krzysztof Kieslowski empieza a vivir
El director polaco dice adiós al cine, aunque sabe que se va a arrepentir
ROCÍO GARCÍA, "Si uno quiere vivir tiene que terminar con esto". Esto se refiere al cine y quien lo dice es Krzysztof Kieslowski, un cineasta en la plenitud de su oficio. El director polaco dice definitivamente adiós al cine, aunque sabe que se va a arrepentir. ¿Qué va a hacer? "Nada. Vivir". Tras el torbellino Tarantino, la serenidad de Kieslowski se paseba ayer por San Sebastián, donde presentó Rojo, el último filme que cierra no solo su trilogía Tres colores, sino toda una vida dedicada al cine.
Hombre de muy pocas palabras, Kieslowski aparenta más edad de la que tiene -53 años- y, a tenor de las confesiones rotundas y serenas, sin una pizca de amargura, parece como si el cine no fuera a perder nada con su silencio. Solo él saldrá ganando. "No hay ningún misterio. Simplemente me voy, nada más. Mi retirada es la mejor forma de no caerme de lo más alto", explicó ayer Kieslowski en una habitación del hotel María Cristina, mientras miraba distraído por la ventana. Todo lo hace sencillo. Incluso el hecho de alejarse unos momentos del barullo, con la excusa de bajar a. su habitación a dejar una camisa recién comprada. "Es que se me ha olvidado la camisa en casa".Kieslowski era un perfecto desconocido en todo el mundo, excepto en Polonia, hasta que hace seis años presentó en el Festival de Cannes el filme No matarás, con el que, después de desconcertar a la crítica internacional, obtuvo el Premio Especial del Jurado. No matarás era un filme dividido en tres terribles secuencias, uno de los diez que componen su ya famoso Decálogo, un encargo de la televisión polaca hoy reconocido en todo el mundo como una de las aportaciones del cine actual al cine del futuro. Después realizó Doble vida de Verónica en Francia, donde instaló su oficina de trabajo. El enorme éxito alcanzado le permitió realizar los tres largometrajes que componen Tres colores -Blanco, Azul y Rojo- con producción europea y así escapar a las limitaciones económicas cinematográficas de su país.
"Sé que me voy a arrepentir", dice el cineasta sobre su retirada, "pero no volveré jamás". "Sí tengo muy buenos recuerdos del cine y voy a tener cada vez mejores recuerdos. El abandono es el mejor método para que esos recuerdos sean cada vez más agradables. A ello se unirá el arrepentimiento, que creo que también es una sensación agradable", señala. ¿Que va a hacer? "Nada. Bueno sí, voy a vivir". Solo ante la insistencia y la incredulidad por la irreparable decisión, Kieslowski se aviene a decir: "Para decir toda la verdad, hacer películas no es vida. Si uno quiere vivir tiene que terminar con esto".
Cuando empezó la trilogía Tres colores, ya tenía muy claro que iba a ser su último trabajo cinematográfico. Dice que no tenía miedo de terminar, sino que lo estaba deseando. "Lo pensaba muy a gusto porque sabía que sería el fin de mi relación con el cine. Lo he vivido igual que el prisionero que en su celda pinta tantos palitos como días le quedan para conseguir la libertad y los va tachando día a día". Niega que esta decisión arrastre el sabor suicida que acompaña a muchos de sus personajes del Decálogo y de Tres colores. "Muy al contrario. Lo vivo como una salida hacia la libertad".
¿Qué buscará ahora en la vida? "Tranquilidad. Hasta ahora, no la he tenido. Aunque sé que nunca la conseguiré porque no existe. No puede existir la tranquilidad porque en la vida siempre hay situaciones que la derriban. Estas situaciones pueden ser buenas o malas, pero indefectiblemente la derrumban". ¿Cree va a tener posibilidad de encontrar esa tranquilidad? "Sé que voy a tener alguna oportunidad, pero también sé que nunca la disfrutaré", ya que no duda un momento en calificarse de enormemente pesimista.
No quiere echar ninguna mirada atrás. Parece como si todo lo hubiera olvidado -"dejo las películas atrás y nunca más vuelvo a pensar en ellas"-, excepto la perfección. "Yo he intentado hacer lo mejor posible mi profesión, lo que no quiere decir que la haya hecho como yo habría querido. Me arrepiento de muchas cosas que he realizado en el cine. Ninguna -remarca hasta con impaciencia- película la he realizado de la forma en que a mí me hubiera gustado hacerla. El sueño del cine es muy sutil, muy vago. Me hubiera gustado dotar mi cine de más tensión, más claridad y, al mismo tiempo, de mayor secreto y sutileza. Sé que es una contradicción el querer al mismo tiempo claridad y oscuridad, pero así es".
Pesimismo
Su pesimismo se extiende a la política -"si en la ex Yugoslavia se quieren matar que se maten; no se puede hacer nada"- y al declive cultural -"la cultura ya no cuenta nada frente a la tecnología, se ha quedado muy atrás. Sin embargo, el humor no ha sido algo ajeno en su cine. "Es un poco como en la vida que a veces lo que es triste es al mismo tiempo cómico. He intentado sacarlo pero no siempre lo he logrado. Aparte está el espectador, al que no se le puede cargar todo el tiempo con cosas tristes".
Vivirá en Polonia, su país, y jura no ir al cine nunca más. Y sobre todo, no perderá el tiempo viendo las películas de violencia, ya sea con la firma de Oliver Stone o de Quentin Tarantino. "Lo cómodo para mí es que no puedo hablar de ese cine porque no lo he visto. Creo que son buenas películas pero no me apetece ir a verlas".
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