Recuerdos de Montevideo
Conocí a Onetti en 1939, cuando ambos éramos correctamente ignorados por el mundo. A esas alturas yo era un adolescente aprendiz de periodismo y él era un bohemio que sabía vivir con su pobreza y habitaba una pequeña pieza al fondo de la casa que ocupaba el semanario Marcha, donde ya había llegado a ser redactor jefe. Pero fue entonces cuando él publicó su magistral novela El pozo, que trasladaba a un tiempo la amargura y el idealismo de un hombre solitario en una ciudad y un país. por los que se sentía aplastado. Después se supo que ésa era la primera "novela urbana" de la literatura uruguaya. Para muchos de nosotros, incluyendo por cierto a todos los escritores y periodistas que integraron la luego llamada "generación del 45", Onetti y El pozo fueron una revelación. Me cuento entre quienes salieron a venderlo a los amigos, apenas por monedas, sin otro interés que el de divulgar esa revelación. Aquella edición primitiva terminó por mejorar su cotización y ya hay quien pide 300 dólares por ella.Nuestra amistad prosiguió en los años inmediatos, tanto en los cafés y en las peñas literarias de Montevideo como en la singular coincidencia de que mi estadía en Buenos Aires, durante un par de años, ocurriera al mismo tiempo que su designación como redactor jefe de la agencia Reuters en Argentina. En esos años aprendí a saborear su laconismo, su humor amargo, su manera singular y arisca de tratar a las muchas mujeres que atravesaron su vida. También tuve el honor de que me dedicara un cuento (Bienvenido, Bob, 1944), de lo cual me enteré, por cierto, cuando lo vi publicado, porque no pronunció una sola palabra de advertencia. En esa segunda etapa, Onetti comenzaba ya su mejor producción, con algunos cuentos magistrales (Un sueño realizado es el mejor) y una serie de novelas que sería excesivo describir aquí. La consagración demoraría décadas, atravesando un feo incidente político en 1974, donde fue víctima de una insensata represión. A ese incidente, sin embargo, se deberían después su reclusión voluntaria en España, el Premio Cervantes de Literatura, las nuevas novelas, la reedición de su obra anterior.
El azar de mi permanencia en España (1976 a 1984) nos juntó otra vez. No había cambiado su carácter, ni su voluntad de ermitaño, ni la absoluta sinceridad con que solía expedirse, en pocas y breves frases, desconociendo convenciones de sociabilidad. Dice la leyenda que cuando le fue entregado el Premio Cervantes de Literatura se vio por primera vez frente al rey de España, y le dijo algo así como: "Así que tú también te llamas Juan Carlos. ¿Qué me decís?".
Quizás no fue cierto, pero la frase habría estado en su más puro estilo.
es escritor y periodista, director del suplemento cultural del diario El País de Montevideo.
Babelia
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