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CRISIS POLÍTICA

Una carrera política vinculada al agua y la sequía

Su procedencia valenciana, su trabajo al frente de una industria textil en una comarca seca y sus cargos públicos, siempre ligados a la agricultura y al medio ambiente, han vinculado a la escasez de agua la biografía de Vicente Albero, de 49 años.Este recurso se echaba de menos en la fábrica textil que unos carlistas navarros montaron en el Maestrazgo (Castellón), tierra donde había prendido también la llama tradicionalista. Una industria textil con muchas exigencias de agua tenía poco futuro, pero Albero consiguió sacarla a flote excavando pozos hasta dar con ella, aunque fuera salinizada.

Con la llegada de los socialistas al Gobierno y la venta de la textil a una multinacional, Albero abandonó el Maestrazgo para dedicarse a regular los precios de los productos agrarios desde la presidencia del FORPPA. Un carácter fenicio, fogueado en las negociaciones clandestinas con los sindicatos, se curtió definitivamente en el trato con los agricultores y regantes, con los que compartía paellas en pleno campo levantino. Esa experiencia le valió para ganarse por dos veces consecutivas el apoyo de los electores de su tierra en sendos comicios generales.

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Albero dio su primer salto cualitativo en la política en 1991, al ponerse al frente de la Secretaría de Estado para las Políticas de Aguas y Medio Ambiente cuando el Ministerio de Obras Públicas abordaba el Plan Hidrológico Nacional y una terrible sequía asolaba los campos de España.

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Albero supo capear el temporal con astucia mediterránea. En pleno apogeo de la Expo en Sevilla, gobernada por Alejandro Rojas Marcos, un alcalde que aprovechaba las restricciones y el mal sabor del agua para echárselo en cara al Gobierno, Albero se presentaba en Sevilla, veía el Guadalquivir vacío y decía que allí no iba a faltar agua. Y no faltó, gracias a unas inversiones urgentes para tomarla directamente del río.

Lo mismo ocurrió con dos de los pantanos más controvertidos que su departamento había aprobado: Vidrieros y Omaña. Fue a visitar los valles, vio unos osos y pactó con los regantes leoneses alternativas para llevarles el agua sin hacer los pantanos.

Su debilidad han sido los regantes. Hacía la vista gorda con las deudas de los agricultores y justificaba que regaran aun en plena sequía. "Algo más valdrá lo que cosechen", decía. De sus contactos con Bruselas sabía que agricultores poderosos como los franceses hacían caso omiso a los requerimientos europeos para que abandonaran sus prácticas de riego.

Le gustaba comparecer en público. Ha sido el único ministro que tenía un consultorio radiofónico para responder a los oyentes.

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