Estados de ánimo de la sociedad cansada
El otro día, después de comer con Rafael Alberti en el Puerto de Santa María, Francisco Rabal se quedó a hablar con María Asunción Mateo, la esposa del poeta, mientras éste parecía dormitar. Qué va. De vez en cuando, Alberti volvía a la conversación compartiendo las risas que es capaz de generar el actor de Buñuel. Y es que los años no han conseguido cansar, en esta sociedad de hombres cansados, al poeta que del. mar hizo su inspiración, su rabia y su destino., Ni los años ni los desengaños. Con sus años, se fue el miércoles a la FNAC a presentar el libro de sus textos sobre el mar (Sólo la mar, Espasa Calpe), y con sus desengaños vive: no puede leer toda la prensa (ni escuchar toda la radio: es un gran oyente de radio), pero le pide a su familia que le ponga al día. Ve en el mundo mucho lío y en España, en su cultura y en su política, una confusión tremenda. Con lo que ha pasado con sus ideales políticos, por los que luchó al lado de Paco Rabal, por ejemplo, "está estupefacto", pero se halla convencido de que "todo lo que se perdió saldrá a flote". Y de lo que pasa en España le asustan, sobre todo, las consecuencias sociales del paro. De lo que está contento el poeta es de este libro que ha preparado María Asunción Mateo y que representa el esqueleto lírico del ya legendario autor del Puerto.
El mar le descansa y por eso ayer mismo este marinero en tierra quería dejar Madrid para meter la mano en el agua. A esta sociedad cansada le hacen falta el mar y la poesía, como decía ayer precisamente Paco Rabal, después de presentar en la SGAE su primer libro de versos (Mi verso y mi copla, Ediciones Akal). Ahora no hace cine, sino que escribe, que es la pasión secreta que conocen los amigos que a lo largo de sus fecundos años le han acompañado hasta el borde del alma. Y lee mucho. "La gente dice que no se lee y yo no veo más que libros por todas partes". Está feliz con él, aunque antes de la presentación del libro está nervioso y preguntando si hacía viento, como los toreros, pero su estado de ánimo con respecto a su profesión no le permite mucho optimismo. Le da un poco de pena el teatro, al que la televisión le ha quitado el público y, además, con malas artes. ¿Y este país, qué estado de ánimo le produce? "Yo a este país le veo confuso en general, egoísta, obsesionado por el dinero; hay poca diferencia entre unas ideas y otras. Yo creo que un poco de comunismo le vendría bien". Mientras tanto, dice, que gasten más en cultura, "que es tan necesaria como el pan".Donde el estado de ánimo de la cultura española se ve más deprimido, más necesitado del mar que descansa a Alberti, es en el teatro. Su gente no se fía del apoyo indeciso que la Administración le propone y, mientras tanto, amenazados por el cansancio y en una situación que se parece bastante a la del desamparo, siguen trabajando. Desde Segovia, donde hoy representa su Carcajada salvaje, con la que está de gira por España, resumía así Charo López ese estado de ánimo de la gente del teatro: "Estamos a la expectativa de que de verdad se realicen los buenos deseos, que se ocupen del teatro y que deje de ser la hermana pobre de la cultura". ¿Y mientras tanto? "Pues mientras tanto habrá que hacer un teatro de la pobreza, prescindiendo de las grandes puestas en escena, para hacer de nuevo el teatro primario, de comunicación con los otros". Así cree que se puede reconquistar el público que se ha ido a ver los concursos de la tele, como dice Rabal.
La verdad es que la gente no está muy animada, y se tiene la sensación de que, a pesar de los bombos que a veces escuchamos, se está al borde de haber perdido una oportunidad histórica. José Luis Garci, el director de cine que la semana próxima se enfrentará de nuevo al arriesgado rito de los estrenos, era ayer más tajante: la oportunidad histórica ya se ha perdido. ¿Y cómo no se hubiera perdido? Parece irónica, pero ésta es su respuesta: "Este desánimo que hay hoy en la cultura española se hubiera impedido hace siete u ocho años si Alfonso Guerra hubiera sido ministro de Cultura. Tenía la fuerza suficiente y el carisma adecuado para levantarse en un Consejo de Ministros e impedir que la cultura fuera la cenicienta de la inversión pública. Y a ver quién le decía que no".
Babelia
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