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Primero, Vietnam; Cuba, ¿cuándo?

El debate sobre el embargo comercialal régimen de Fidel Castro cobra cuerpo en EE UU ante la intransigencia oficial

Antonio Caño

Si para Estados Unidos es posible enterrar el fantasma de Vietnam, ¿por qué no el de Cuba? Si es posible buscar la reconciliación con un país en el que murieron más de 58.000 soldados estadounidenses en una guerra de legendaria repercusión interna, ¿por qué no hacerlo con Cuba? Si es posible levantar el embargo económico a Vietnam, ¿por qué no a Cuba?Las respuestas a estas preguntas se pierden en Washington en la confusión de una política rígida que no atiende suficientemente a los cambios registrados en el mundo en los últimos años ni a los pequeños pero significativos pasos que se han producido en la propia Cuba en los últimos meses.

La mayoría de los especialistas consultados por este periódico en Estados Unidos tienen hoy la impresión de que el levantamiento del embargo comercial a Cuba aceleraría drásticamente el ritmo de las reformas económicas tímidamente introducidas por el régimen de Fidel Castro y, como consecuencia, empujaría también las transformaciones políticas que la comunidad internacional reclama en la isla comunista de América.

Hacerlo o no hacerlo es decisión del Gobierno norteamericano, que sigue valorando prioritariamente los efectos políticos internos que, una decisión de ese calibre tendría, específicamente el riesgo de que el desbloqueo de Cuba volcase del lado de la oposición el voto de la comunidad cubano -norteamericana y, con él , el del fundamental Estado de Florida.

Esta situación puede, sin embargo, no ser permanente. Desde que Bill Clinton anunció el levantamiento de! embargo económico a Vietnam, algo ha empezado a moverse en Washington en relación con Cuba. Algo discreto, inapreciable desde los titulares de los periódicos, pero visible entre los grupos de presión que manejan el asunto en los pasillos del Congreso.

En el Capitolio, parlamentarios favorables al desbloqueo de Cuba buscan alianzas con otros congresistas demócratas, especialmente aquellos de origen mexicano que no perdonan a los cubano-norteamericanos su oposición al Tratado de Libre Comercio, para impulsar iniciativas legislativas en contra del embargo. Charles Rangel, congresista por Nueva York, ha pedido esta semana a la Cámara de Representantes que "se ponga fin a la guerra fría en el hemisferio" y se levante el embargo a Cuba.

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Rangel es un conocido abogado de esa causa, pero Bill Richardson, el número tres de la jerarquía demócrata en el Congreso y aliado tradicional de los partidarios del embargo, ha dicho esta semana por primera vez, respecto a Cuba, que "hay que tener en cuenta que el hemisferio norteamericano se está moviendo hacia el libre comercio y la integración regional" y ha pedido "un diálogo más constructivo" sobre las relaciones con La Habana.Entre los que actúan por el lado de los grupos de presión, Wayne Smith, antiguo jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana y director de Cuba Exchange, de la Universidad de John Hopkins, afirma que el embargo a Cuba es insostenible porque han desaparecido ya las razones que verdaderamente lo justificaban: Cuba retiró sus tropas de África, ha cesado su apoyo a grupos guerrilleros latinoamericanos y ha reducido drásticamente sus lazos militares con Rusia. En definitiva, ha dejado de ser una amenaza para los intereses de Estados Unidos.

Un portavoz del Departamento de Estado insiste, no obstante, en que no existen planes de levantar el bloqueo a Cuba porque "ésta es la mejor herramienta que tiene el Gobierno norteamericano para que los cubanos adopten reformas en su política de derechos humanos". El Gobierno norteamericano sigue manteniendo que la suerte de Fidel Castro está echada y su caída es sólo cuestión de tiempo.

Cuando Bill Clinton explicó las razones del levantamiento del embargo a Vietnam dijo que cuanto mayor fuese la presencia económica de Estados Unidos en ese país, más posibilidades tendría de presionar para el esclarecimiento de la suerte de los desaparecidos de guerra. Trasladado ese argumento a Cuba, parece evidente que cuanto mayor sea la dependencia económica de Cuba de Estados Unidos, mayor será también la capacidad de este país de presionar por los cambios políticos.

El portavoz del Departamento de Estado afirma que, a diferencia de Vietnam, "Cuba no ha hecho absolutamente nada para merecerlo". Los acontecimientos de los últimos meses desmienten ese punto de vista. Los signos de cambios en Cuba son tímidos y contradictorios todavía, pero quizá suficientes para aprovecharlos como rendija por la que introducir mayores reformas.

El presidente Castro aseguré en un discurso a finales de diciembre: "Creo que tenemos que hacer algunas concesiones, y las vamos a hacer". La ofensiva comercial cubana hacia los mercados de América Latina, Chile y Colombia especialmente, ha sido particularmente apreciable en los últimos meses, y un portavoz de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington afirma que "las reformas económicas que el Gobierno está introduciendo van en la dirección de adaptar la economía cubana a las actuales circunstancias del mundo".

Las propias autoridades cubanas admiten que el levantamiento del embargo norteamericano "impulsaría esas reformas", según un portavoz oficial en Washington. Pensar que, junto a eso, Fidel Castro va a reconocer que tras las reformas económicas llegarán las reformas políticas es todavía pedir demasiado, pero expertos en la situación cubana no tienen dudas de que así ocurrirá.

"Si lo que pedimos es que haya cambios en el sentido de elecciones libres o legalización de partidos políticos, es verdad que eso no ha ocurrido. Pero, de acuerdo a los estándares cubanos, el hecho de que el Gobierno no quiera vigilar cada mínimo movimiento económico es un cambio, y el hecho de que el Gobierno suelte un poco la mano es también un cambio político", afirma Jorge Domínguez, miembro del Diálogo Interamericano.

Bill Clinton sostuvo también su decisión respecto a Vietnam sobre la base de abrir un mercado necesario para las exportaciones norteamericanas. El congresista Rangel asegura que los exportadores estadounidenses están perdiendo 2.000 millones de dólares al año por culpa de la política de la Administración respecto a Cuba. Por su parte, un portavoz oficial cubano asegura que el Gobierno de su país compraría en el mercado norteamericano productos alimentarios básicos en la dieta cubana, como arroz y pollo, para ahorrarse el alto coste del transporte desde los actuales puntos de origen de esos productos, Europa y China.

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