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Reportaje:

Desesperación en la frontera

La caída de las barreras aduaneras deja 1.800 parados en La Jonquera y un poso de abandono en los comercios de la población

"Aquí no hay futuro". Salvador Sánchez, propietario del bar Cisco de La Jonquera (Gerona) expresa así el sentir de la mayor parte de los 2.500 habitantes de esta población vecina de Francia que, tras un año sin fronteras, vive hundida en la desesperanza tras la pérdida de su principal fuente de ingresos: el tráfico aduanero. Por ello, como otros comerciantes, ha colgado el cartel de Se traspasa y ha tomado la decisión de dejar atrás 21 años de su vida tras la barra de este bar fronterizo y llevarse a sus dos hijas, de 11 y 9 años, a la búsqueda de "nuevos horizontes".El pronóstico se ha cumplido. Los devastadores efectos de lo que se calificó de muerte súbita se plasman en la soledad de lo que fueran las bulliciosas instalaciones aduaneras de La Jonquera y en el abandono de oficinas y comercios, muchos de ellos en venta. La anunciada crisis llegó el 1 de enero de 1993, día que entró en vigor el Acta única con la consiguiente libre circulación de bienes en las fronteras intracomunitarias de los 12 países de la Unión Europea.

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Una reconversión a medias

Años de vino y rosas

Para los habitantes de La Jonquera y de la comarca del Empordà el peaje de la Unión Europea ha sido muy alto: la destrucción de 800 puestos de trabajo directos y un millar de indirectos. "Aquí se han vivido años de vino y rosas, pero eso se ha terniinado". En estos términos recuerda los buenos tiempos de La Jonquera Juan Taulera, funcionario de la aduana que forma parte de los restos del naufragio, seguramente porque apenas le quedan cuatro meses para jubilarse. Él y los tres empleados están de brazos cruzados tras el enorme mostrador en el que hace poco se agolpaban los agentes de aduanas tramitando mercancías. "Esto antes era un mercado", señala Taulera nostálgico."Aquí se tramitaban entre 900 y 1.300 entradas diarias, ahora despachamos unas 54", explica el funcionario. De las 70 agencias de aduanas que operaban en la zona apenas trabajan 20 con el personal mínimo. Por ello, Taulera se siente afortunado. Su vida ha transcurrido paralela al crecimiento, esplendor y desaparición de la actividad aduanera. Empezó en el año 1955, cuando sólo cuatro empresas se dedicaban al despacho de mercancías. "Este es uno de los pueblos de España que mejor se ha ganado la vida. Hasta hace un año todo iba siempre hacia arriba, quizá por eso muchos no se creyeron lo que iba a pasar", explica Taulera.

Ahora se cerrará el ciclo. Su vida laboral concluirá con la caída de la frontera. No pasará por el calvario del paro y la incertidumbre por el futuro que atraviesan muchos jóvenes. María Portaz, de 28 años, perdió su empleo al mismo tiempo que su marido. Ambos trabajaban en la aduana y se quedaron en paro "de un día para otro". María sólo tenía derecho a un año de subsidio, por lo que ahora depende de los trabajos ocasionales en el bar La Perla.

"La gente joven está muy preocupada. Que en casa te tengan que mantener te baja mucho la moral", comenta María. El bar es un buen observatorio de la crisis que azota doblemente a La Jonquera, con 285 vecinos que están en el paro, el 30% de la población activa. "Los clientes se toman un café y se pasan toda la tarde, o no se toman nada. La gente está hecha polvo", admite María, que recuerda que antes de la desaparición de la frontera "aquí la gente joven manejaba dinero y salía mucho".

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El matrimonio formado por Joan Camps y Dolors Pernau, propietarios de una tienda, también piensan en abandonar La Jonquera, donde llevan trabajando 32 años. "Estamos liquidando las existencias", comenta Camps, que no quiere quedarse a ver cómo "el pueblo pierde cada día más. Muchos locales están en venta, pero no hay quien los compre", añade este tendero de licores y recuerdos.

El único hombre que en La Jonquera permanece inasequible al desaliento parece ser el alcalde, Pere Brugat, de CiU. Brugat afronta las cornadas de la depresión económica con un proyecto de reconversión y grandes dosis de optimismo. Desde hace un año, el alcalde ofrece grandes ventajas fiscales a las empresas que quieran instalarse en La Jonquera. Para ello ha recalificado como suelo industrial los terrenos municipales destinados hasta hace un año a enormes aparcamientos de camiones.

Suelo industrial barato

El Ayuntamiento cede el terreno a las empresas, que sólo deberán pagar su urbanización. El precio final del suelo es de 3.000 pesetas el metro cuadrado, tres veces más barato que los de otros polígonos industriales. Brugat afirma que se ha atraído ya a seis empresas. Asimismo, ha anunciado su instalación una empresa formada por ex agentes de aduanas para importar licores, tabaco y otros productos que continúan gravados por impuestos aduaneros. Esta sociedad promueve también un complejo de servicios con restaurantes, un cámping y un albergue con el fin de fomentar la utilización de La Jonquera como una gran área de servicio de la autopista A-7 y la N-II, por las que circulan anualmente 10 millones de viajeros.El alcalde pretende potenciar también el aspecto comercial de la población, que cuenta con un floreciente centro en el barrio conocido como Los Límites, una especie de pequeña Andorra doméstica. Brugat lamenta que la que fuera la segunda aduana de España después de Barcelona por su volumen de actividad sea ahora abandonada por muchas agencias de aduanas "que durante años se enriquecieron gracias a La Jonquera". En épocas de vacas flacas, sin embargo, el alcalde libra, casi en solitario, la dura lucha de la supervivencia. Su mayor preocupación es lograr "que el pueblo continúe siendo un pueblo, que no desaparezca".

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